Independencias intervenidas


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No tenía el más mínimo interés en volver siquiera a rozar aquí el asunto de Cataluña. Solo pretendía un pequeño homenaje a ese puñado de idealistas que, 70 años después de la creación de Hermandades del Trabajo, sigue preocupándose por quienes todavía disponen de un empleo; por quienes sufren por su falta o pérdida; pero también por el que han de soportar quienes, tras el trilerismo empresarial al amparo de la Gran Recesión, están cambiando descaradamente las normas del mercado laboral en favor de esa regla universal de “es lo que hay”. Y lo que hay es precariedad y precariedad.

Por lo tanto, el señalar aquí que el Gobierno haya recortado en tres décimas su previsiones de crecimiento del PIB para 2018 debido –según señala– a la crisis institucional en Cataluña, es solo tangencial. Aunque afecte a personas concretas. Allí y en el resto de España. Soberanistas o no. Adultos y jóvenes. O sobre todo jóvenes, cuya independencia personal está intervenida desde 2008 con una política de contratos que hace que hoy trabajen por un 12% menos de sueldo que hace una década.

Con humildad, pidiendo casi perdón por atreverse en medio de la efervescencia, invitan a reflexionar sobre estas cuestiones y las implicaciones que han de tener para la Iglesia los de Hermandades del Trabajo, una organización que fundó un cura –Abundio García Román, en proceso de beatificación– que lo primero que hizo fue nombrar a seglares –un hombre y una mujer, ríanse de la paridad actual de los partidos políticos– para presidirlas.

Hoy, su presencia es menguante. Y habría que añadir: por desgracia. Su voz se ha ido apagando y, para algunos, está tardando demasiado. Pero alguien que reclama en unas jornadas conmemorativas pararse a pensar sobre “los retos del futuro para la Iglesia en una realidad tan humana, pero al mismo tiempo tan llena de ‘inhumanidades’, como es el mundo laboral”, bien merecería un poco más de atención. Lástima del ruido y de las distracciones.

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