Primera lección del primer curso de periodismo: “Si un perro muerde a un hombre, no es noticia; si un hombre muerde a un perro, eso sí es noticia”. La noticia se alimenta de lo insólito.
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Viene esto a cuento porque quiero compartir mi alegría por haber participado, el sábado 20, de la ordenación episcopal de dos de mis hermanos salesianos, el cardenal Ángel Fernández Artime, rector mayor de la Congregación, y el sacerdote Giordano Piccinotti, presidente de la APSA.
No es raro, aunque tampoco frecuente, ordenar obispos. Lo insólito es que uno de ellos haya sido, durante más de seis meses, cardenal sin ser obispo. Lo insólito es que Ángel Fernández Artime, siendo cardenal, haya continuado al frente de la Congregación de Don Bosco, y que ahora, siendo arzobispo titular de Ursona (¿la Osuna sevillana?) siga siéndolo hasta el 16 de agosto. Lo insólito es que yo, hijo de Don Bosco, miembro de su Congregación, le imponga las manos al sucesor de Don Bosco, a mi superior.
¿Es insólito que personas llamadas por Dios al servicio de los jóvenes, sobre todo de los más pobres y abandonados, seamos destinados a servicios que, al menos en apariencia, nos alejan de aquellos a quienes hemos ofrecido nuestra vida?
Ciertamente deberían ser excepciones que confirman la regla expresada en aquel juramento hecho por Don Bosco, cuando los jóvenes, con su oración y sacrificios, le rescataron de una enfermedad mortal: “Jóvenes, me habéis salvado la vida; os pertenece. He prometido a Dios que hasta mi último aliento será para vosotros”.
Condicionantes salesianos
Que en la Iglesia católica haya actualmente 11 cardenales y un largo centenar de salesianos obispos se justifica solamente si se dan algunas condiciones:
- Que la misión salesiana se viva comunitariamente, de modo que la acción directa de unos y la indirecta de otros, en favor de los jóvenes, se complementen.
- Que vivamos nuestro ser pastores como un servicio de la Iglesia al Reino, en respuesta al Papa que lo ha solicitado.
- Que seamos una voz profética, en el interior de la Iglesia y en el exterior, en favor de los jóvenes, que constituyen una periferia existencial y que son “la porción más preciosa de la sociedad” (Don Bosco).
- Que vivamos nuestro sacerdocio pleno como un servicio pastoral, con humildad y sencillez, según el corazón de Cristo, Buen Pastor, a quien casi todos llevamos en la cruz pectoral.
Dios quiera que todo esto no sea insólito.
Bienvenidos, Ángel y Giordano, no al grupo de obispos salesianos, sino al de salesianos obispos, al servicio del Reino en la persona de los jóvenes.