La economía es un tema siempre necesario y no únicamente desde el tecnicismo y el pragmatismo, sino sobre todo desde lo ético, para nadie es un secreto, la economía condiciona las decisiones sociales y políticas.
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De allí, el riesgo de sobredimensionar el factor económico, reduciéndolo a resultados, ganancias, utilidades, lo cual termina por instrumentalizar a personas y sociedades enteras; o en menospreciar el bien que se hace con una buena administración.
Un ejemplo que tendría que ser considerado es Venezuela, las últimas decisiones en búsqueda de mejorar las condiciones necesariamente tienen que ser moralmente éticas y honestas, si no solo se está instrumentalizando la tragedia de miles.
En esto no solo tiene su cuota de responsabilidad el gobierno, la comunidad internacional también, esos que, como se dijo en otro texto, usan a “Venezuela como discurso electoral para ganar o perder elecciones, pero con la misma indiferencia hacia los venezolanos, total los países tienen intereses y no intenciones”.
La realidad económica no está bien
Las condiciones humanitarias en Venezuela no han cambiado, ni han mejorado. La burbuja financiera sigue siendo un espejismo de una realidad diametralmente diferente.
El desprecio con el que se exhiben el derroche de lujos en tiendas departamentales, autos importados de primerísima línea, e incluso restaurantes extravagantes con atenciones que ni en países de primer mundo se ofrecen, no son muestra de que Venezuela se arregló, sino de una brecha que profundiza cada vez más la pobreza. El pobre no es que siga siendo pobre, sino que es más pobre.
Según cifras de Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, de la Universidad Católica Andrés Bello, la pobreza se ha reducido, sin embargo 58% de la población entra en el rubro de pobreza por razones económicas.
El fenómeno es tan alarmante, que decrecen los índices de pobreza pero se incrementa la brecha social: “Venezuela está en el continente más desigual del mundo y, para 2022, es el país más desigual de América. El nivel de desigualdad se compara con la de Namibia, Mozambique y Angola”, dice el informe técnico.
El mercado no es éticamente neutro
La economía mundial también debe ser ética, el utilitarismo pragmático no puede ser la razón para aprovecharse de la dramática situación de unos.
La guerra en Ucrania, por ejemplo, no debe ser una ocasión para un cambio de proveedor energético, de uno malo a otro menos malo. No puede haber bienestar para unos sobre el sufrimiento y la tragedia de otros.
El papa Francisco en un discurso en la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales ofreció algunas claves que podrían ser orientadoras:
“No podemos sacrificar en el altar de la eficiencia, – el becerro de oro de nuestros tiempos – valores fundamentales como la democracia, la justicia, la libertad y la familia, la creación (…) Debemos apuntar a ‘civilizar el mercado’ en la perspectiva de una ética amiga del hombre y de su entorno”, dice.
En otras palabras, no se puede sacrificar la democracia, la justicia, la persona humana y su dignidad sobre el rentismo eficiente de los resultados que sigue beneficiando a unos y empobreciendo a otros, por no decir a todos.
La ‘realpolitik’ debe ser con la persona humana al centro, sino deriva en utilitarismo material, un capitalismo privado o de estado, y en ambos casos se desdice el ideal de bien común, al que todos aspiran.
Por Rixio Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey