Poder decirle literalmente a Dios que uno le ama
no solamente con todo su cuerpo, con todo su corazón,
con toda su alma, sino con todo el Universo en vías de unificación.
He aquí una oración que no puede hacerse
más que en el seno del Espacio-Tiempo
Pierre Teilhard de Chardin. ‘El fenómeno humano’
Antes de la Asamblea del Sínodo de la Amazonía, la fuerza de Dios me regaló en el silencio de mis Ejercicios Espirituales – corría el mes de julio del año 2019 – la moción, como llamada desde lo profundo, a emprender una navegación hacia este gran evento.
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Fue un recorrido de absoluta gracia personal (y ha sido muy esperanzador saber que lo fue también para muchas personas en tantos y diversos sitios), mediante la cual pude buscar y encontrar la serenidad, el discernimiento y el coraje necesarios para escuchar la voz más importante, la del Dios vivo y presente en los rostros concretos de la Amazonía, y llevarla conmigo a la experiencia de Asamblea Sinodal de octubre del mismo año.
Esa voz nos habló a todos los participantes del Sínodo, al menos los que tenían un corazón libre y abierto, para descubrirlo en las imprescindibles voces de los pueblos, comunidades y misioneros que se encarnan día a día en la Amazonía, y desde las cuales personalmente pude encontrar el sentido en medio de tanto movimiento.
De esa voz de Dios me vino el valor para sostenerme en aguas tan agitadas como las del proceso Sinodal. Esas aguas desde las que el propio Jesús nos llama a no tener miedo y a confiar en Él, como lo hizo con sus seguidores más cercanos en medio de la tempestad.
Luego de participar de la intensa Asamblea del Sínodo Amazónico, la pregunta que más fuerte retumbó en mi interior y acechó mi ser no fue ¿qué sigue ahora y cómo lo hemos de abordar?, sino ¿quién soy hoy, que ya no el mismo de hace un par de meses cuando la Asamblea comenzaba, tampoco el que fui dos años atrás cuando comenzamos este proceso de preparación, escucha y de ruta compartida? En medio de este recorrido interior me hago consciente sobre cómo este proceso me ha trastocado por dentro y me ha transformado definitiva e indudablemente, y de modo permanente.
Por ello, quiero compartir una serie de reflexiones que también quieren ser intuiciones de una ruta personal hacia la Pascua, es decir, hacia un cierto modo de vida nueva, y que son sobre todo eso: movimientos internos –cargados de una mezcla de dudas y certezas – a la luz de la experiencia personal y de mi vivencia sinodal comunitaria. Ellas buscan, por un lado, sacarme de dentro esto que quema en el interior y que no sé dónde poner o cómo acomodar, y por otro, dar cuenta de lo vivido, no desde las tantas lecturas sapienciales, estructurales, morales o programáticas, sino desde las ininterrumpidas sacudidas internas que he experimentado desde la experiencia inédita sinodal que me ha transformado.
Intuiciones en el camino sinodal
- Somos pequeñas gotas de agua que resultan del milagroso ciclo vital de la condensación de elementos libres que se integran poco a poco, superando distancias y diferencias de origen y dimensión, pero que de manera misteriosa en su existencia física se van integrando, y en el encuentro podemos abrazar y atestiguar la lógica del Dios creador que produce esa posibilidad de síntesis que también nos representa como seres en proceso de consolidación, como una Iglesia sinodal en camino.
- Pidamos intensamente que seamos como esas aguas dispersas que bajo tu lógica se van integrando poco a poco para hacer sentido de nuestra limitada y miniatura existencia, con la que podamos tejer la parte que nos toca en el gesto del advenimiento de una humanidad nueva: el Reino.
- Señor, que en el permanente e inconmensurable misterio del movimiento de tu presencia en todo la creado, haz que la convergencia sea posible. Una convergencia de lo diverso que dé como resultado la avasalladora fuerza liberadora, descomunal e incontenible de un río de vida que solo podemos comprender al quitarnos las sandalias ante la tierra y aguas sagradas que relatan tu presencia y belleza en el corazón de este territorio, y en la vida misma de quienes ahí acompañamos y nos acompañan.
- Ahí en el Cristo presente en los rostros concretos, en su diversidad cultural, en su espiritualidad y en el permanente proceso de evolución que refleja un camino de liberación en este ‘kairós’ del Reino que se va gestando en todo y en todos sin que nada ni nadie lo pueda parar. Dios es el amor descomunal que lo libera y lo trasciende todo.
- Este camino de construcción de Reino desde la sinodalidad sabe a esperanza, pero también produce temor por lo que esto podría implicar en cuanto a cambios, transiciones y nuevos caminos no anticipados. Hay una sensación de plenitud interna y un inusitado gozo por abrazar una genuina libertad ante lo que esto podría producir. Junto con ello debe morir mi anhelo de ser afirmado por otros, pues ello me ata y me imposibilita ir más allá de mí mismo.
- Que la fuerza de la parresía nos llene de tu convicción profética, y en ello pido la Gracia de querer, anhelar y pedir, aunque con temor y temblor, el ponerme enteramente en tus manos en este servicio.
- Que sepa ponerme en los brazos y bajo el amparo de tantos y tantas mártires de la Iglesia de América Latina, los conocidos y los desconocidos; para que los imitemos, no desde la perspectiva del martirio por sí mismo, porque esto es una gracia nunca buscada, pero sí en la profunda y ferviente experiencia de entrega sin negociar los propios términos. Ponernos de verdad a la intemperie por la pasión de servir a tu proyecto, y ser probados hasta las más inesperadas consecuencias. Y aunque me tiembla la mano de solo escribirlo, lo pido con firme convicción de desear estar a la altura de Tu llamado.
- Seamos puente y sitio de encuentro, fieles al llamado del Espíritu para estar en comunión “parrésica” para responder a los signos de los tiempos, y ser capaces de responder ante las graves, sistemáticas e impunes expresiones de muerte violenta y cotidiana que vivimos en los territorios de la Amazonía, donde impera una creciente cultura del descarte.
- Que, siguiendo el proceso vivido hasta ahora, el actual Sínodo de la sinodalidad (comunión, participación y misión) sea una verdadera ocasión para estar del lado de los que han sido siempre excluidos y postergados, que sea un momento de opción por el proyecto de Reino, a la luz del Concilio Vaticano II y sus reformas aún pendientes, y del lado del papa Francisco y su itinerario de alegría, reforma y conversión. Que podamos experimentarlo como un verdadero “sentir con la Iglesia”, y al mismo tiempo que nos reconozcamos todos y todas como seres de paso en todo este camino.
Somos medios, el Sínodo ha de ser un medio. El fin único, y último, es la vida plena del territorio y sus pueblos en la plenitud del Señor. El fin último es el Reino al modo en que Jesús nos enseñó. Esta navegación continuará cada día y todos los días, en mi vida y en toda vida de quien se abra a la experiencia de los nuevos caminos para la Iglesia y para nuestro mundo lastimado.
Por Mauricio López Oropeza. Director del Centro Pastoral de Redes y Acción Social del CELAM