Recientemente en alguna reunión nos han preguntado por nuestra opinión sobre la inversión en activos alternativos y en activos de impacto. ¿Creemos que son apropiados? ¿Son buenas inversiones?
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Para tratar de aclarar en qué consisten este tipo de activos, qué características tienen y para qué se emplean vamos a dedicar dos blogs que nos respondan a estas preguntas. En este primero trataremos las inversiones alternativas, mientras que en el siguiente haremos lo propio con las inversiones de impacto. Como siempre, no dejen de hacernos llegar las dudas que les puedan surgir que, de nuestro lado y con total independencia, trataremos de darles respuesta.
En primer lugar nos gustaría indicar que no hay activo bueno per se, sino que dependerá de las necesidades y requisitos de cada uno. Puede haber activos excepcionales que, sin embargo, no sean apropiados para determinados inversores por su iliquidez, divisa, o simplemente su riesgo (demasiado alto o demasiado bajo). En definitiva, que ese activo no pueda dar servicio a la misión de la institución.
Del mismo modo, si el activo pudiera ser apropiado para un inversor, lo debe ser en su justa medida: como bien dice el refrán, “no pongas todos los huevos en la misma cesta”. Como ya hemos comentado en ocasiones anteriores, la mejor forma de reducir el riesgo de una cartera no es otra que hacerla diversificada, con activos descorrelacionados entre sí (que no se comporten del mismo modo). Y por supuesto, no haciendo una única inversión en la cartera.
Largo plazo
Pero volvamos a los activos alternativos que últimamente están en boca de todos: ¿qué son? Por norma general son activos que no se corresponden con los tradicionales (acciones, bonos, depósitos…). De ahí su nombre. Incluyen principalmente fondos de inversión, activos de capital riesgo, bienes inmuebles, materias primas y acciones de empresas no cotizadas. Pero no sólo esto, que son los más habituales, sino también cualquier tipo de inversión que se salga de la tradicional, aunque sea menos frecuente, como puede ser la inversión en arte y antigüedades…
Sus principales características son la inversión a largo plazo, la iliquidez, el acceso restringido y con mínimos de inversión, las comisiones elevadas… Pero todas estas características normalmente van asociadas a una rentabilidad elevada que lo compensa, con un riesgo también elevado. La gran ventaja de estos activos es su capacidad de descorrelacionar con el resto de componentes de una cartera (¡y lo consiguen ciertamente!), a pesar de que su composición normalmente está bastante concentrada.
Pero, ¿son buenos estos activos? Quizá la pregunta no debería ser esa, sino, ¿son adecuados para mi institución? Desde luego no serán la solución a todos mis problemas, como no lo es ningún activo, pero pueden servir y ayudar para una cierta proporción de la cartera como decíamos, siempre respetando las peculiaridades de nuestro instituto: si por nuestra naturaleza necesitamos cierta liquidez, probablemente no sean activos apropiados por la iliquidez que presentan, o al menos no aquellos a más largo plazo como puedan ser 10 años; quizá puedan serlo aquellos de menor plazo, o incluso ir combinando distintos plazos para tener vencimientos diversificados temporalmente.
En relación al rendimiento, ¿son apropiados? Desde luego, ofrecer rentabilidades objetivo del 10% o superiores es interesante. Más si cabe en la situación actual de mercados, con los tipos de interés en niveles muy bajos (aunque subiendo, no sabemos por cuánto tiempo) y la renta variable a las puertas de una posible recesión.
Sin embargo, esto es a costa de esa iliquidez; hay que considerar que no sabemos cuál será la situación de los mercados a futuro. Lo que hoy parece interesante puede ser que, en el largo plazo, nos perjudique, pudiendo llegar a suponer un coste de oportunidad.
Por otro lado, son activos por lo general menos transparentes donde la información suele venir con retraso; donde los costes son elevados y en ocasiones excesivos, y donde la concentración de sus inversiones, por las características propias de la tipología, es elevada.
Por todo lo anterior, a la hora de valorar una posible inversión hay que tener en cuenta todos los parámetros. En este caso son activos particulares, más complejos, caros y arriesgados en muchos casos y que deben ser perfectamente entendibles desde todos los ámbitos. Y lo más importante, que se adapten a nuestras necesidades de inversión.
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