Continuamos con el blog que iniciamos la semana pasada. Tras haber tocado los activos alternativos, esta vez nos toca meternos en faena con los activos de impacto. En muchos casos son de estructura similar a los alternativos ya explicados, pero, ¿qué más podemos decir de ellos?
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Según la Global Impact Investing Network (GIIN) una inversión de impacto es aquella que se lleva a cabo buscando generar un impacto social y medioambiental positivo, al tiempo que genera un retorno financiero. La inversión de impacto se concentra en proyectos y compañías que tratan de aportar soluciones a los problemas desde el cambio climático hasta la desigualdad social, sin perder de vista en ningún caso la rentabilidad financiera atractiva.
Esto es, en ningún caso se habla de filantropía ni de beneficencia; se busca generar ese bien, ese impacto, sí, pero al tiempo que se genera retorno. Si bien es cierto que puede ser un retorno inferior al habitual para este tipo de inversiones, este tiene que existir. Por lo tanto, una inversión de impacto se distingue, por ejemplo, de la obra o misión que lleva a cabo una institución puesto que la obra no busca rendimiento y sí lo hace la inversión de impacto.
¿Son lo mismo las inversiones éticas que las inversiones de impacto?
El impacto generado debe ser medible, y es aquí donde está el quid de la cuestión. Dada la gran heterogeneidad de impactos existentes, la medición de estos es complicada, y en cualquier caso, difícilmente comparable. Hay mucho que trabajar en esa línea. Como ejemplos de impacto medible podemos tener el porcentaje de mejora en el rendimiento escolar, o la reducción de tasa de abandono escolar, el grado de penetración de la escolarización en una cierta región en desarrollo, etc. Del mismo modo podríamos estar hablando del acceso a la electricidad o a una vivienda digna.
Otra cuestión que a menudo surge al hablar de este tipo de activos es ¿son lo mismo las inversiones éticas que las inversiones de impacto? Lo cierto es que las inversiones de impacto son un tipo de inversión ética. La inversión ética no es otra cosa que aplicar unos ciertos criterios éticos a la hora de seleccionar las inversiones, siendo estos criterios excluyentes. Es lo mismo que sucede con las Inversiones Socialmente Responsables (ISR) o inversiones Ambientales, Sociales y de Buen Gobierno Corporativo (ASG): emplean criterios excluyentes en base a dichos principios, pero no son promotores activos de ninguna iniciativa, como sí son las inversiones de impacto. Buscan evitar el charco en lugar de construir un puente. Las inversiones de impacto van un paso más allá: no se limitan a excluir compañías que no cumplan con sus criterios (por ejemplo una compañía que contamine mucho), sino que invierten en aquellos proyectos que tienen dicho impacto como razón de ser, que no buscan evitar el mal sino hacer el bien.
La inversión de impacto, por su propia naturaleza, suele ser llevada a cabo con una estructura similar a las inversiones alternativas, y como tal, suelen tener las mismas condiciones en lo que a iliquidez, riesgos, costes, etc. No sucede igual con el retorno puesto que, a pesar de no dejar de lado la rentabilidad, su prioridad es el impacto medible. Por ello, en igualdad de condiciones, no sería extraño que su retorno fuera inferior.
Por todo lo anterior, la conclusión de estos dos blogs es que estos activos (alternativos y/o de impacto) son apropiados o no en función de las características del inversor (sus requerimientos de capital, horizonte temporal, riesgo asumible…) siendo unos mejores que otros como sucede en cualquier otro vehículo de inversión.
En caso de que estén alineados con la filosofía de inversión del cliente, se recomienda que la inversión que en ellos se haga sea con un peso limitado, conociendo bien el vehículo, y en caso de que sea una inversión de impacto, estudiar qué impacto va a originar y cómo se va a medir, por asegurarnos de que realmente cumple el objetivo buscado.
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