Ser distinto y auténtico suele ser un acto de voluntad y hasta de valentía, pensar diferente, expresar una nueva opinión a veces no es bien visto, ni recibido. Salirse del molde e ir contra la corriente requiere de buenas dosis de seguridad, coherencia y confianza. La formación de pensamiento analítico no es algo que se esté incentivando en las nuevas generaciones ¿por qué lo expreso de esta forma?
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La realidad lo demuestra contundentemente, para socializar hay que estar en alguna red social o plataforma, hay que adquirir un teléfono de cierta gama para ser parte de un conglomerado ¿no lo tienes? Simplemente no estás dentro, dejas de pertenecer. Las nuevas generaciones valen por el “smartphone” que usan, las aplicaciones que tienen y desde esa perspectiva su presencia es aceptada o no.
“Dime qué móvil tienes y te diré quién eres”. Una visión materialista, sí, pero es lo que hoy están viviendo muchos adolescentes y jóvenes, quienes serán los adultos del mañana. Imaginemos a uno de ellos evaluando o expresando su aversión por estos dispositivos, tendría que salirse del molde y seguramente estaría fuera de su entorno.
No ser parte de la tendencia
Para ser sincero y sin imaginar mucho, estaría excluido de manera inmediata, fuera de toda posibilidad, rezagado y hasta olvidado del ambiente social y laboral. La imposición de acciones no ofrece la libertad de elección, lo tienes que usar, tener y demostrar que eres parte de ese conglomerado. ¿Dónde queda la libertad, la verdadera libertad?
Sin duda, no la hay ante la presión y los beneficios de los enormes corporativos, sus intereses deben ser nuestros intereses. Entiendo que los adelantos tecnológicos de una u otra manera nos impulsan a participar y a estar en esa esfera, pero no se ofrece alguna otra oportunidad para quienes no estén de acuerdo con el uso de la tecnología, que en ocasiones es maravillosa y nos ayuda a realizar con mayor facilidad algunos aspectos de nuestra vida.
Ser diferente implicaría no ser parte de la tendencia, o simplemente, cuestionar esta nueva realidad. Aspecto que no sucede, se da por hecho, se acepta y no hay lugar para cuestionarnos, está ahí y hay que consumirlo. El ejemplo que acabo de compartir se reduce solo a un teléfono, pero si nos pusiéramos a reflexionar, nos daríamos cuenta que esto se repite una y otra vez, en la elección de pantallas, cafeteras, aplicaciones, estilos de vida y la lista sería interminable.
Alejándonos de toda superficialidad
Simplemente lo aceptamos y con poco esfuerzo se convierte en parte de nuestra vida, aunque realmente no lo necesitemos. Gran parte de la sociedad actual decide por impulso, no por evaluación, la moda marca tendencia en el mercado. Ser contra corriente es pensar y no volcarse por algo que no se necesita, ser contra corriente también es buscar el equilibrio en este mundo donde lo que impera es “cuánto tienes, cuánto vales”.
Te invito a que pienses más en función de la tranquilidad y la paz que nos da el mensaje de la Buena Nueva, algo que seguramente nos hace vivir contra la corriente y nos ofrece evaluar todo en función de nuestras verdaderas necesidades, alejándonos de toda superficialidad.
“Y Jesús le respondió: ‘Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’”. San Mateo, 4, 3-4.