David Mach, autodefinido como persona no religiosa, se propuso explicar la Biblia como una narración universal para todos los lugares y épocas. Esa es la clave de su colección ‘Precious Light’. Y eso es lo que le hace llevar el pasaje de Jesús caminando sobre las aguas a la actualidad y por la costa de Ciudad del Cabo, cuyo perfil se ve recortado al fondo de la composición.
Mach muestra la escena en sección, por lo cual podemos ver la superficie y el fondo del océano a la vez. Las aguas están alteradas y las olas amenazan con hacer volcar la embarcación que podemos contemplar en el cuadro. Al menos ocho tripulantes están a bordo, representando a los discípulos de Cristo. Están atribulados por la enorme ola que a la izquierda (del espectador) se abalanza contra ellos y barrerá la cubierta. El cielo está encapotado por nubes oscuras sobre el barco. En el lado en el que se inclina ya entra agua violentamente dentro.
En el agua se encuentra un noveno personaje, tradicionalmente San Pedro, quien ha intentado sostenerse en pie sobre el agua valiéndose de sus propias fuerzas, fracasó y se hundió en el agua. En auxilio de todos ellos avanza un Cristo negro que camina sobre las olas. Interesante es, en el contexto sudafricano, el contraste entre el Cristo negro y todos los demás discípulos, que son blancos. Detrás de Cristo el cielo está libre de tormentas: trae la calma al mar y a los suyos.
La composición está divida en dos planos. Recordemos que generalmente las representaciones de este pasaje no muestran el mundo submarino. Mach lo hace. Primero colocando un resplandeciente filtrado del Sol justo bajo los pies de Cristo, lo cual le da una enorme intensidad al momento. Es un recurso delicado, inspirador y poderoso. Bajo la nave, en cambio, hay una densa zona de sombra que contrasta con el otro punto de luz. Así, el cuadro en realidad forma cuatro cuadrantes. En la derecha Cristo y a la izquierda la nave de los miedosos discípulos. Arriba la superficie y el cielo y debajo el mundo submarino. Casi en el punto medio se encuentra San Pedro, entre Cristo y la nave –que tradicionalmente representa la Iglesia- y entre los dos planos de superficie y profundidad.
En el plano submarino Mach recorta y recompone un intenso y vívido mundo de corales, peces, algas y leones marinos. Una serpiente marina nada por el fondo un paso por delante de Cristo. La transparencia y riqueza del fondo puede que esté hablando de la interioridad del propio Cristo, quien corre al auxilio de sus amigos una y otra vez. Es una obra llena de narratividad, sensorialidad y pureza. La original composición la convierte en una pieza que no necesita del efectismo y sensacionalismo de otras creaciones de Mach. En esta ocasión ofrece una impresión en la que habla de la solidaridad interracial y habla también de la dimensión de la maravilla.