Tiempo de reencuentros, amistades, familia, fiesta, amor, alegría, recuerdo y… reflexión. Hago balance de mi año, en el que, más intenso que el anterior (y ya es decir) he desarrollado mi trabajo en el Equipo General de la JEC, algo que me ha llenado de vida y me ha hecho conocer a muchas personas que se entregan a lo que aman y luchan por construir el Reino en medio de nuestro mundo.
La tradición cristiana me ha hecho vivir la Navidad adorando al niño que nace, adornando mi casa para recibir a la nueva vida, como los padres que esperan la venida de un hijo o hija, y preparan su futura habitación. Nunca me he sentido atraído por las luces y consumo que intentan vendernos como Navidad las grandes empresas que nos dominan.
Este año, aún más, estoy alegre de celebrar la venida al mundo de Dios hecho carne, porque me da esperanzas en medio de la dura realidad que tenemos que afrontar como humanidad. Esperanzas porque renovemos nuestro compromiso con la ecología integral, esperanzas por seguir acogiendo a los que huyen de la muerte (¡quién no lo haría!) y trabajar para que no ocurra, esperanza por aceptar a la diversa sociedad actual, esperanzas por un compromiso mundial que prime a la persona.
Acogida y valentía, rechazo y odio
A mí siempre me han contado, y he leído, que María y José tuvieron que huir para que su niño pudiera nacer sin que le mataran. Una historia de acogida y valentía, pero también de rechazo y odio. A mí, no se me va de la cabeza como muchas personas buscan acogida y nosotros les cerramos nuestras puertas, porque puede ser un problema para nuestras fronteras bien establecidas y trabajadas. ¿No será Jesús, que quiere nacer entre nosotros todos los días?
Yo no sé prácticamente de nada, y menos si hablamos de teología o historia, pero solo quiero plasmar mi reflexión y el sentir de las incoherencias con las que vivimos. Las de un joven, lleno de esperanzas y camino por recorrer. Sirva esto como felicitación de Navidad a los que crean que viven la venida de Jesús de esta manera. Este año, escogeré mi felicitación para las personas que creo se merecen este reconocimiento al trabajo y servicio que desarrollan a favor de este mundo abierto y tolerante. Y no, no todas se lo merecen.
El reino es de los niños
Para finalizar, hago extensible a quien me lea, la felicitación de los jóvenes de la JEC: “Que, desde lo sencillo de un pesebre y nuestro compromiso con la juventud y el estudio, el Dios que nace entre hombres y mujeres nos ilumine en nuestro camino hacia la construcción de un mundo más justo, igualitario y fraterno”.
Brindo por un 2019 en el que nuestra voz siga con ganas de denunciar las heridas del mundo, y luchar por curarlas.