Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Jesús y las personas cortisol


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La psiquiatra española Marián Rojas Estapé ha definido con gran éxito a las “personas vitamina”, aquellas almas bonitas que te llenan la vida de energía, esperanza, bendición y amor. También ha develado lo tóxicas que pueden ser para nuestra psique, cuerpo y espíritu aquellas otras que nos generan estrés, ya que nos debilitan, inflamándonos y enfermándonos. Son verdaderos “agujeros negros” o vampiros emocionales, que van generando infiernos en su propio ser y los esparcen a su alrededor. Por lo mismo, debemos estar atentos a su existencia, alejarnos si es necesario por el autocuidado y encomendarlas al misterio de su redención al mismo Dios, porque muchas veces “no saben lo que hacen”.



Estas últimas son las “personas cortisol”. Todos tenemos en nuestra historia y en la vida cotidiana a personas que nos generan angustia, impotencia, rabia, irritabilidad o cualquier otra emoción que no es ni buena ni mala desde el punto de vista moral. Solo debemos aprender a canalizarla para no hacer(nos) daño con ella.

imagen de estudio de violencia contra una menor

Jesús nos lo muestra

Es más, es muy probable que para más de alguien nosotros seamos “esa persona cortisol” que le genera urticaria. Sin embargo, más allá de esta sensibilidad y diversidad de caracteres propia de nuestra naturaleza, Jesús mismo, a lo largo de los evangelios, va mostrando elocuentemente cuándo nos podemos convertir en un ser tóxico, lleno de cortisol en la sangre, capaz de contaminar a todos en la humanidad. Veamos los principales ejemplos:

  • El que se ensalza y quiere figurar: el Señor nos advierte de que esta tentación es muy frecuente. Nos gustan las luces, los primeros lugares, los reconocimientos, los “me gusta”, los titulares, los premios y cualquier distinción que nos saque de la masa sin nombre, destacándonos por algún logro o capacidad. El problema de esto es que esta necesidad de afecto real se va convirtiendo en una adicción enferma cuando se confunde “el puesto” con la valía de la identidad. Surge la paranoia de que el resto te puede desbancar y ,con ello, sale la peor versión del ser humano con su agresividad e indecencia, como sostenía Víctor Frankl.
  • El avaro y codicioso: al igual que el hombre insensato que estaba inquieto por dónde podría guardar toda su cosecha de trigo, siendo que esa misma noche iba a morir, Jesús nos advierte que en el deseo de tener más y más (bienes, logros, puestos, seguidores, poder, fama o lo que sea). La persona pierde la confianza en la vida, en los demás, en Dios mismo, y se focaliza solo en acaparar, sin compartir ni gozar de lo que posee con libertad. Se vuelve esclavo de las cosas y, por lo mismo, el cortisol se apodera de su vida y hace mucho daño en los demás.
  • El hipócrita: Jesús les da duro a todos aquellos que dicen una cosa y hacen otra, ya que no solo cargan a los demás con obligaciones que ellos mismos no cumplen, sino que se erigen en una posición de superioridad sobre el resto que nada tiene que ver con la humildad y el servicio que Él propone. Una persona así es falsa, poco confiable, presa del qué dirán, de su imagen y esclava del cortisol propio y justiciera de las demás. Dios rechaza la arrogancia y la autoexaltación.
  • El dueño de la verdad: Jesús jamás condenó a nadie porque su mensaje era la misericordia y el perdón. Por lo mismo, develó con mucha claridad a las personas “cortisol” de su tiempo, que eran rápidos para juzgar y condenar a los demás, y los instaba a revisarse a sí mismos en primer lugar.
  • El desconsiderado e indolente: Jesús tenía un profundo amor por los más pobres y los que sufrían. Mostró que la indiferencia, el egoísmo y el individualismo eran propios de una persona tóxica, incapaz de empatizar y reconocer en otros a sus hermanos. Esos terminaban solos en el infierno en vida y después de la muerte.
  • El violento y vengativo: Jesús siempre promovió el cuidado de los vínculos nutritivos y las personas; por lo mismo, negó la violencia y la venganza como opción de solución de conflictos. Todos aquellos que desoyen el perdón, el diálogo y la reconciliación como caminos, terminan padeciendo el mismo mal que han infringido o peor, con el agravante de dejar mucho sufrimiento y muerte a su alrededor.
  • El incrédulo y sin fe: una persona cortisol, a los ojos de Jesús, también era aquella que no depositaba su confianza y vida en Dios, sino en sus propios recursos o fuerzas, viviendo en el estrés permanente y la angustia que supone querer controlar algo incontrolable.

Jesús, sin duda, es para nosotros y para muchos “la persona vitamina” que nos cambia la vida, pero hoy también nos alerta e interpela para no convertirnos en personas cortisol y hacer una resistencia amorosa a todas las que, lamentablemente, se han contagiado con este mal.