JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Cuando el 21 de noviembre se inaugure la Asamblea Plenaria, los obispos debieran encontrar en sus mesas un ejemplar del libro del profesor Juan María Laboa sobre la historia de la caridad en la Iglesia…”.
Que no se afanen más los técnicos de la Conferencia Episcopal en buscar contenidos a un plan pastoral que muy pocas diócesis esperan ya, pues han echado a andar los suyos propios. Cuando el 21 de noviembre se inaugure la Asamblea Plenaria, los obispos debieran encontrar en sus mesas un ejemplar del libro del profesor Juan María Laboa sobre la historia de la caridad en la Iglesia (San Pablo).
Es un regalo asequible, que prescinde de teologías y cánones, para que todos lo podamos entender, y que rescata la vigencia de la caridad, del amaos los unos a los otros, signo distintivo de los cristianos donde los haya. Un auténtico programa para hoy, a la vista de la que está cayendo.
Esa caridad que sigue asombrando a propios y extraños, como lo demuestra el reconocimiento social a los misioneros y misioneras, y, entre nosotros, a Cáritas. En esta grave crisis, nadie –salvo algún periodista y tal vez el responsable de pergeñar el documento que no fue– ha echado en falta una palabra colegiada de los prelados. Una indiferencia que hace pensar.
Sin embargo, todos han encontrado a Cáritas en el sitio que le ha deparado esta tragedia contemporánea. Es más, quien ha querido, ha sabido que los voluntarios han aumentado en este periodo y que los fieles, en las parroquias, por más humildes que sean, han redoblado esfuerzos en las colectas para sostener las actividades caritativas. Ellos, entre otros, son esos santos anónimos de los que habla el libro, los que hacen carne en los demás el amor que Dios profesa a todos sus hijos, estén en paro, en campaña electoral (sí, también ama a los políticos) o en los vertederos del mundo.
Por eso, Por sus frutos los conocereis, título de la obra, apunta a la esencia de cualquier plan pastoral, también personal. Por eso es recomendable incluso para los nuevos inquisidores que transitan por la Iglesia lupa en mano. Fanáticos de la ley, descubrirán que es historia de la caridad también aquel concilio que excluía de la comunión eclesial a los que acusaban falsamente a sus hermanos. Porque “no conocer el amor y no ser capaz de amar” es también un grave pecado.
En el nº 2.776 de Vida Nueva.
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