No es una casualidad que el Sínodo de los Obispos esté centrado en los jóvenes, un gran porcentaje de ellos muestran descontento, apatía, incluso indiferencia más ante lo eclesial que ante lo espiritual. La JOC, en el trabajo diario con los jóvenes, constatamos esta realidad, la dificultad de que la juventud viva experiencias de encuentro con Dios, que les atraiga e interpele. Es por ello que no podemos permanecer de brazos cruzados, como Iglesia tenemos que ponernos en acción y en salida, ir al encuentro de los jóvenes siendo testigos de la Buena Noticia.
Es así como el papa Francisco, que es referente para todas las personas especialmente para las cristianas, nos sitúa de una manera nueva y revolucionaria marcando el camino a seguir: ser Iglesia en salida, rompiendo con el modelo de una Iglesia encerrada en la sacristía capaz de transmitir un mensaje y acción que verdaderamente encarne los problemas de las personas, sobre todo de las que más sufren.
¿Cómo es esta salida? ¿Hacia dónde estamos llamados a caminar? ¿Con quiénes?
Como jóvenes deseamos:
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Una Iglesia abierta al encuentro y al diálogo
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Una Iglesia con pastores cuidadores de personas y acompañantes de procesos
- Una Iglesia que sea Pueblo de Dios: comunidad de carismas y ministerios
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Una Iglesia de espiritualidad y de acción
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Una Iglesia pobre en coherencia radical y fiel al Evangelio
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Una Iglesia samaritana: que sea Buena Noticia para los oprimidos
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Una Iglesia que esté con las personas más empobrecidas
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Una Iglesia que toma postura a favor de las víctimas que este sistema descarta e ignora
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Una Iglesia profética, servidora del Evangelio que es denuncia y anuncio
Son muchas las personas que en nuestro diario escuchamos decir “yo con la Iglesia no comulgo mucho, pero con este Papa sí”. Estos nuevos aires frescos y llenos de vida que aporta Francisco han devuelto alegría y esperanza a muchas personas que desde su fe están comprometidas en la construcción del Reino de Dios. Su propuesta, de estar en permanente estado de misión y conversión al Evangelio y los pobres, nos sitúa cercanos a tantas otras personas y movimientos/instituciones que están comprometidas para erradicar el sufrimiento y la injusticia, las cuales pese a tener motivaciones diferentes, nos descubrimos colaboradoras por el bien común de la humanidad.
Que la Alegría del Evangelio libere a las personas más necesitadas y castigadas
“No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, en nuestra institución parroquial o en nuestra institución diocesana, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. Salir, enviados. No es un simple abrir la puerta para que vengan, para acoger, sino salir por la puerta para buscar y encontrar”. Es urgente que, como Iglesia, salgamos al encuentro de los jóvenes y anunciemos el Evangelio en todos los rincones, siendo valientes, proactivos y pescadores de personas, como nos anima Francisco en la homilía de Río de Janeiro en 2013.
Esto supone salir de nuestras comodidades, incluso, asumir riesgos. La JOC como movimiento misionero y de frontera, sabemos que es una responsabilidad dura, porque vivimos la injusticia en nuestra propia vida y junto a otros jóvenes, lo que supone un desgaste físico y emocional, pero un caudal de esperanza y de renovación para la Iglesia y para la sociedad. Estamos convencidos que evangelizar es entrega, servicio y amor incondicional; y que vivir en Cristo supone tocar, acariciar y empoderar a las personas más empobrecidas señalando las causas que provocan su empobrecimiento.