No, no está bien insultar a un obispo y que tenga que salir a la calle escoltado por la policía, por más que no sepa bien lo que dice. La autosuficiencia, lo ha dicho Francisco al referirse a los “sacerdotes Wikipedia”, socava la fraternidad. En todo caso, al obispo también le asiste la libertad de expresión.
Pero no debe desdeñarse, por indicativo del momento, el actual “machismo alfa” como elemento disuasorio frente a lo que nos disgusta. Empezamos pintarrajeando paredes de iglesias, decapitando vírgenes y un día acabamos tomándola con el cura, como a ese de Italia, a quien un joven mató por recriminarle que jugase al fútbol frente a su casa.
La falta de valores era esto. Matar de un puñetazo a un anciano porque te ha echado en cara que circularas a mucha velocidad por el paso de cebra que intentabas cruzar. Acaba de pasar en Madrid. No se ha mejorado nada y la crisis, sí, esa que ya hemos dado por cerrada, lo empeorará en los próximos años, cuando los problemas de convivencia que vemos en otros países vecinos estallen entre nosotros, coincidiendo con las últimas boqueadas del Estado del Bienestar, y ya sin subsidios con los que remendar tanta frustración.
Recoge La Caixa en un informe sobre paro juvenil y pobreza que el 79% de los jóvenes españoles siente que han sido excluidos de la vida económica y social a raíz de la crisis. Dice también que el bajo nivel educativo (el 34% tiene estudios básicos) es un obstáculo para encontrar trabajo y generará exclusión social.
Ahí está la clave, la gran diferencia entre “sobrevivir”, para lo que no se necesita trabajo, y “vivir” para lo que sí hace falta un empleo, como dijo Bergoglio en Génova. Un problema acuciante del que no siempre puede salvar un padre, por más que lo hayamos tenido toda la vida al lado.