Esta semana miles de estudiantes de nivel medio superior vuelven a clases en México, la fecha coincide con el “Día Internacional de la Juventud” que celebramos cada 12 de agosto. Algunos regresarán con la alegría de iniciar un nuevo ciclo escolar, quizás hasta una nueva etapa, otros regresan con la preocupación de segundo año y otros más con la mente bien puesta en concluir su educación media superior. El común denominador es la educación, es decir, qué tipo de educación van a recibir que les permita desarrollarse de la mejor manera en su vida futura.
Precisamente este lunes se publicaban cifras que dan cuenta de la precarización del empleo para los jóvenes de entre 15 y 29 años, que trabajan y quienes ganan menos de tres salarios mínimos. Tener una carrera universitaria tampoco es garantía para acceder a un empleo digno. Más del 50% de jóvenes que trabajan ganan un salario insuficiente, en parte porque la mitad de los jóvenes ocupados son parte de la economía informal.
617 millones de jóvenes carecen de los conocimientos básicos en aritmética
No cabe duda, las nuevas generaciones se enfrentan a un mundo de complejidad e incertidumbre. La UNESCO hace notar estos cambios en las transformaciones geopolíticas, la aceleración de la degradación ambiental y el cambio climático, las variaciones de los patrones de movilidad humana, y el ritmo exponencial de la innovación científica y tecnológica. El desarrollo de la inteligencia artificial, la aparición de los macrodatos y el aprendizaje automático, el avance de la genética y la biotecnología, la robótica y la automatización, están transformando la manera de vivir y trabajar, así como la de comunicarnos y aprender.
Precisamente el mensaje de Naciones Unidas en este año, hace referencia al vínculo jóvenes y educación. Las cifras son sorprendentes a la hora de mirar a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se menciona que “617 millones de jóvenes en el mundo carecen de los conocimientos básicos en aritmética y de un nivel mínimo de alfabetización”, revertir esta brecha es crucial para aspirar al desarrollo de muchos países. Si tenemos este nivel de rezago en conocimientos básicos, imaginemos el nivel de rezago en otras competencias y temas relevantes que fortalezcan la contribución de los jóvenes a sus comunidades.
Ante este contexto, pareciera que la escuela tiene la presión de responder a los cambios acelerados, ésta sigue siendo un recinto de esperanza y seguridad que nos prepara para abordar el futuro. La educación, siempre se ha considerado una tabla de salvación para resolver los retos más complejos. Así dan cuenta los grandes pensadores, recordemos a Sócrates y su muy original forma de educar, Mayéutica, llevaba al formando a dar a luz la verdad. Para Platón la educación era el molde con el que se podría llegar a una sociedad ideal, en nuestro ámbito de Iglesia tenemos a San Francisco de Sales, que ha sido un auténtico educador, es decir, practicó la pedagogía como arte, o sea, encontró la manera práctica de conducir al educando a la adquisición de las virtudes propias de un determinado ideal de perfección. La pregunta de siempre es ¿Qué le ofrece hoy la educación formal a los jóvenes?
- La escuela sigue dando esperanza, más allá de ser un espacio de conocimiento. Hoy la escuela es para muchos jóvenes el único lugar seguro en su comunidad. Desdibujado el núcleo familiar, ausentes los padres, madres y tutores. Todavía la escuela es un lugar de socialización y de construcción de redes de apoyo.
- La escuela ofrece la posibilidad de preguntar por referentes de verdad. Contrario a lo que se piensa, sobre el desinterés de las nuevas generaciones que son nativas de la era digital, muchos de estos jóvenes buscan referentes en su vida que sean reales, de carne y hueso. Quizá un maestro que les inspire, quizá un amigo, un héroe que surgió de repente, alguien que le haga sentir incluidos en la vida cotidiana.
- La escuela puede desarrollar habilidades y competencias para la vida. Sin duda, la calidad de la educación será siempre una preocupación, lograr un alto desempeño académico en todos los niveles y la continuidad de la educación a lo largo de toda la vida, no pueden ser metas estadísticas. La escuela está llamada a enseñar a resolver problemas, a pensar críticamente, a resolver los conflictos. Estas cuestiones, se aprenden en la escuela.
¿Y la Iglesia qué puede hacer por la escuela y viceversa en el actual contexto?
Como se ha dicho ya por el papa Francisco “Humanizar la educación” esto significa poner a la persona al centro de la educación, en un marco de relaciones que constituyen una comunidad viva, interdependiente, unida a un destino común. De acuerdo con la Congregación para la Educación Católica, “humanizar la educación significa, también, reconocer que es necesario actualizar el pacto educativo entre las generaciones”. La educación en el espacio formal (escuela) ha ofrecido a las generaciones de nuestros abuelos, padres y madres, una posibilidad de mejorar el futuro. Este compromiso ha sido inter generacional y se ha cuidado mantenerlo como un acuerdo tácito. Se considera que el mejor legado a niños y jóvenes radica en esa posibilidad de asistir a la escuela y abrirse camino. No dudemos en hacer algo para que la escuela y la educación sigan resignificando esa esperanza para millones de jóvenes.