Rafael Salomón
Comunicador católico

¿Jugar con la güija?


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“¡Es muy divertido!”. Así es la forma en la que el mal nos seduce y la manera en que algunos juegos se presentan en las tiendas para ser adquiridos, llaman la atención y el interés de muchas personas. Esto sucede con el tablero de la güija, es el máximo símbolo de la cultura espiritista, a través de esta tabla, supuestamente podemos llegar a contactar con personas fallecidas o, en último término, con el demonio.



No es un juego, ni es inofensivo, pero las grandes tiendas de juguetes lo han adoptado como un artículo más en su lista. Hay fuentes que aseguran que nació en China, por el año 1,100 antes de Cristo, durante la dinastía Song. Un médium se encargaba de trazar una serie de caracteres sobre la arena o la ceniza en estado de trance para contactar con espíritus.

Sin duda se trata de abrir compuertas hacia lo desconocido y quienes somos creyentes, entendemos que el maligno emplea esa estrategia para generar interés y ‘atrapar’ a los incautos que creen que ‘no va a pasar nada’. Hay movimientos inconscientes o conscientes en el juego, los cuales pueden tener explicaciones científicas, razones para adentrarse en un artefacto que nada tiene que ver con Dios y eso ya es motivo suficiente para entender que no es de bendición.

Abrir puertas a lo desconocido

Abrir puertas a lo desconocido es una fascinación para los hombres y lo podemos confirmar en el momento en que fueron tentados Adán y Eva.

Tablero güija

Tablero güija. Foto: Unsplash

La serpiente era más astuta que todos los animales salvajes que el Señor Dios había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es cierto que Dios les dijo que no coman de ningún árbol del jardín? Y la mujer le respondió: —Podemos comer los frutos de los árboles del jardín. Pero Dios nos dijo: “No deben comer frutos del árbol que está en medio del jardín, ni siquiera tocarlo porque si lo hacen morirán”. Génesis 3, 4.

Lo prohibido es muy tentador, es el deseo de querer igualarnos a Dios, es nuestra soberbia hablándonos al oído, tratando de convencernos de nuestra igualdad al creador. Nada más engañoso que eso, somos parte de su inmensa creación pero eso no nos da el derecho de querernos comparar con Él.

Con el maligno no se juega

“Cuando la mujer vio que el árbol era hermoso y los frutos que daba eran buenos para comer, y que además ese árbol era atractivo por la sabiduría que podía dar, tomó algunos frutos del árbol y se los comió“. Génesis 3, 6.

Lo hemos hecho desde el inicio de los tiempos, es parte de nuestra esencia ser así, por la falta de humildad y no querer reconocer nuestra finitud. El mal nos ha acompañado y depende de cada uno de nosotros escuchar lo que nos quiere decir, es por eso que debemos saber elegir y ser selectivos en nuestra vida, de manera que, acercarnos a lo desconocido, al mal que en ocasiones es tan apetecible y que parece que no hay peligro, resulta ser una verdadera trampa.

¿Estamos dispuestos a abrirle la puerta al demonio? Esa debería ser la advertencia para usar la tabla güija y estoy seguro que muchas personas aceptarían la propuesta. Mi sugerencia: Evitemos este artefacto, no le demos mayor interés ni importancia, existe el mal y debemos reconocerlo, la tabla güija es peligrosa, frente a ella está en juego nuestra libertad. Con el maligno, ni se juega, ni se negocia, no es un juguete del que podamos decir: —Ya me cansé y que todo vuelva a la normalidad. Después de jugar con la güija nada volverá a ser lo mismo.