Soy abuela de seis nietas y seis nietos. Me siento orgullosa de serlo. Pero me molesta profundamente que alguien que no tiene ese parentesco conmigo me diga “abuela”. Y no soporto que a los viejos y viejas, adultos mayores, ancianas y ancianos, personas de tercera o cuarta edad, etc., nos llamen “abuelos”. Peor aún: “abuelitos” y “abuelitas”. Incluso creo que lo hacen con cariño.
Pero el término me suena discriminatorio, peyorativo, además de mal empleado. ¿no se han fijado que hay abuelos y abuelas jóvenes que no caen en la categoría de adultos mayores?, ¿y que hay, también, ancianas o ancianos que no han tenido nietos y los llaman “abuelos”? Probablemente tampoco han caído en cuenta –¡al fin y al cabo, son jóvenes y no saben lo que es envejecer!– que “abuelidad” es un parentesco. No una edad. O una franja etaria, como es la franja etaria de la adolescencia, entre los 12 y los 18 años, o el grupo etario de los niños en edad preescolar, entre los 2 y los 5 años, y que, a partir de los 65, la franja etaria se denomina de adultos mayores o tercera edad. No se identifica como “abuelidad”.
Por eso me llamó la atención leer una noticia sobre la celebración en España y, concretamente en Barcelona, del “día de los abuelos” el pasado 26 de julio, en la festividad de san Joaquín y santa Ana: “La ong Mensajeros de paz reivindica los derechos de los abuelos”, refiriéndose a los derechos de los viejos y las viejas, de los adultos mayores, de las ancianas y los ancianos, de las personas de tercera o cuarta edad, etc.
Obviamente me parece válido y comparto con la mencionada ONG su propósito de “recordar a la ciudadanía la importancia de reforzar el papel y los derechos de las personas mayores”, como también aplaudo las acciones que realizan de protección a los mayores “para que puedan disfrutar de una vejez digna y plural”, según declaración del fundador de la ONG, el padre Ángel García, que acaba de cumplir 80 años. Y precisa el padre Ángel: “Nuestro derecho es ser mayores”.
De acuerdo. Y a mucha honra. Tenemos derecho a envejecer dignamente y a que no se nos rotule con un estereotipo. Por eso tenemos derecho a que no nos llamen abuelos o abuelas por tener la edad que tenemos –¿será que por sus 80 años el padre Ángel es abuelo?– sino porque nuestros nietos y nuestras nietas nos han hecho el regalo maravilloso de llamarnos “abuelos”, de “ser abuelos”.
Como también tenemos derecho a que en la familia nos celebren el “día de los abuelos” como se celebra en las familias el “día de la madre” y el “día del padre”. Y con este fin se estableció en España y se fijó como fecha el 26 de julio, cuando se celebra en la Iglesia el día de los abuelos de Jesús, san Joaquín y santa Ana.
Porque el “día de las personas de edad” –descubrí cuando escribía este blog– fue declarado en 1990, por Naciones Unidas, el 1 de octubre. Ese sí está “dedicado a concienciar contra la discriminación de las personas mayores, llamando la atención sobre los estereotipos negativos y las ideas falsas acerca del envejecimiento y desafiando esos estereotipos e ideas”, según dicha Organización de Naciones Unidas. También se refiere al“abandono y maltrato de las personas mayores”.
Y a “la discriminación por envejecimiento” y “la marginación”, que “de una forma u otra se materializa en las actitudes de los individuos, las prácticas institucionales y normativas, y la representación mediática. Todas ellas devalúan y excluyen a las personas mayores”.Que es lo que siento –discriminación, marginación, ser identificada con un estereotipo negativo que devalúa y excluye a las personas mayores–cuando quienes no son mis nietos o mis nietas me dicen “abuela”.