Se enaltece la cercanía y el gusto por estar con los amigos, especialmente en este mes, pero también es momento para reflexionar acerca de los amigos que un día fueron y ahora ya no lo son más.
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Claro que duele, por supuesto que nos desmotiva saber que un día gozamos de la amistad de esa persona o personas; pero que por diferentes circunstancias, dejaron de serlo.
Tal vez deberíamos aceptar que los amigos cambian, por muchas situaciones, el entorno y las condiciones también afectan la amistad. He visto amistades de muchos años que por causas de la lejanía, los hijos y hasta por incompatibilidad de carácter, dejan de ser amigos.
Alguien pensará que entonces no se trataba de una amistad verdadera, puede ser, pero mi poca experiencia me indica que los amigos cambian. Por muy fuerte que haya sido el lazo, con el paso del tiempo, estas relaciones se ven afectadas.
No quiero generalizar, pero basta con que hagas un recuento de los amigos que has tenido en la vida y te darás cuenta que por muy fuerte que sea esa amistad, ha cambiado.
Como creyentes, debemos imitar a Jesús al compartir su amistad con amigos y enemigos, aun sabiendo que le traicionarían, creyó en hombres y mujeres, por esto, no debemos desilusionarnos si algunos amigos nos fallan.
Al Hijo del Hombre le traicionaron cuando más lo necesito, de manera que la esperanza por la misma humanidad nos debe inspirar a seguir siendo amigos y a aceptar que también existe la posibilidad de que nos fallen.
También los amigos nos traicionan
Encontrar a un amigo es algo tan difícil, pero quien conoce la dicha de esa amistad, comprenderá que tiene un tesoro muy valioso que debe cuidar y respetar.
La amistad es algo tan difícil de encontrar y duele reconocer que también los amigos nos traicionan y eso no debe cambiar nuestra actitud acerca de este tema, más bien, debemos prepararnos en caso de que llegue ese momento, tal vez, tomarlo en cuenta como una posibilidad, porque si de algo estamos seguros, es que también nosotros cambiamos y que a veces no sabemos ser buenos amigos.
A lo mejor, el problema radica en que exigimos mucho y damos muy poco, estamos acostumbrados a recibir y en ocasiones cuando se trata de dar, no somos tan generosos.
Hablar de la amistad nos hace sentir muy bien, pero cuando un amigo nos falla, somos capaces de ni siquiera volver a pronunciar su nombre y para ser sinceros, eso es lo más injusto, porque en su momento, esa persona fue especial, era nuestro amigo, alguien que en un momento determinado compartió algo muy valioso, su tiempo.
Nadie puede dar lo que no tiene, si no sabemos ser buenos amigos, no esperemos encontrar amistades verdaderas.