Hace unas semanas estuve conversando con una amiga a la que hacía muchos años que no veía. A la natural alegría del reencuentro después de tantos años, siguió una interesante conversación en la que nos pusimos al día de nuestras respectivas existencias. No voy a extenderme demasiado en detalles, evidentemente, pero sí que voy a comentar algún aspecto de la conversación que me pareció representativo de una realidad que me encuentro con relativa frecuencia en personas que superan los 40 años y con las que tengo contacto o amistad.
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Mi amiga es una buena profesional. En su campo es una verdadera triunfadora. Goza de un nivel económico elevado, muchos kilómetros de avión a lo largo del año que le permiten tener billetes gratis con los que puede viajar cuando le place, un trabajo apasionante en su campo y un prestigio que le ha permitido ya bajar el ritmo de trabajo y tener mucho tiempo libre sin que eso le suponga una merma de ingresos importante, sino al contrario, la oportunidad de hacer cosas que no había podido realizar con anterioridad.
Sin embargo, todo ese triunfo profesional no se ajustaba con un triunfo en las restantes facetas de su vida. Así, que después de haber estado mucho tiempo consultando a un psicoanalista acerca de sus sufrimientos y de las cosas que le preocupaban se ha dado cuenta de que ese camino no le lleva a ningún sitio y se ha apuntado a un sistema de “coaching” estadounidense. Ahí le están enseñando a que si se centraba en conocer qué es lo que realmente quiere y en el pensamiento positivo de intentar lograrlo, su vida será más plena y podría alcanzar todo lo que desee.
Así que ella quiere coger las riendas de su existencia ya que, al igual que no puede cambiar a nadie, nadie puede cambiarle a ella, esa es su labor ahora, concentrarse en sí misma, en lo que desea, en lo que hace, en lo que quiere. Esto es lo único que le permitirá que su vida sea también un éxito de la misma manera que lo es su faceta profesional.
Aguantar su vela
Este es un ejemplo del elemento clave del pensamiento economicista. Solamente nosotros somos responsables de lo que nos sucede, nosotros tenemos la llave de nuestro éxito o nuestro fracaso y éste consiste en conocer nuestros objetivos y alcanzarlos a través del trabajo que realicemos con nosotros mismos. Todos los aspectos de la vida, tanto los laborables como los personales siguen el mismo esquema: objetivo, medios para alcanzarlo y ponerse en marcha para conseguirlo. La auto-referencia es total, el otro no existe más que como un complemento para nuestros propios objetivos, cada uno tiene que aguantar su propia vela.
El problema es que lo que puede funcionar bien para una meta económica concreta, no tiene por qué ser válido para la vida. Esta es mucho más compleja y rica y en ella están presentes los demás como una parte esencial de nuestra existencia. No debemos obviarlos o convertirlos en meros instrumentos.