La historia del poder es una cadena de cabezas de tiranos arrastradas por los suelos, tras haber sido arrancadas de sus estatuas. Prensa y redes han difundido por todo el mundo las fotos de la cabeza del dictador Bashar Al-Assad remolcada por una furgoneta. Previamente, la habían agujereado a balazos. Derrocada, desconchada, abollada, parecía que habían pasado cien años desde que esa cabeza de bronce fue decapitada y, en realidad, ni había pasado una hora.
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La sabiduría bíblica nos enseña que nada violento perdurará. Nada que se mantenga solo por poder se mantendrá, sino que caerá demolido o ridiculizado de tal modo que sea lo contrario de lo que impuso ese poder. Vivimos en un mundo en el que se extienden las dictaduras y anocracias –regímenes solo aparente y formalmente demócratas–, y la ciudadanía siente aprensión ante los abusos, impunidades, exhibiciones y hasta obscenidades del poder. Como en otros momentos de la historia, como Inglaterra ante Hitler, parece que nada ni nadie puede derrocar al dictador y al emperador. Y por eso es tan importante la contemplación de la cabeza metálica de Bashar al-Assad. Todo tirano caerá arrastrado por las calles por el pueblo liberado.
Epifanía
Es llamativo que el nacimiento de Cristo, pobre y desnudo, esté inmediatamente acompañado de la festividad de la Epifanía. El contraste es extremo: el Dios desnudo y las figuras en quienes se concentran los poderes de la realeza, sabiduría y magia de antiguas religiones. Los Reyes Magos inclinan su cabeza ante el Niño Dios y entregan su poder al verdadero poder de Dios: y Dios solo puede amar.
Las fotos de la historia nos muestran rodando por el suelo las cabezas de Mussolini, Hitler, Lenin, Stalin, Sadam Hussein, Gadafi… Y rodarán las de todos los tiranos.
¡Feliz Epifanía!