VIERNES
Arrancan los actos del Jubileo de la Comunicación. Primero, en la Sala Stampa. Después, en la Embajada de España ante la Santa Sede. Acogida de Isabel Celaá. Todo parece impecable. Y lo está. Pero la anfitriona desvela que, “con voluntad y no sin dificultades”, han tenido que acometer unas obras estructurales que amenazaban de gravedad al edificio. Hoy, todo parece resuelto para recibir a los delegados de medios de las diócesis y a los miembros de la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España.
“Esta apertura de puertas y balcones a ustedes es la que está haciendo el papa Francisco”, expone la embajadora, que da cuenta de los eventos culturales que se multiplican en el Palacio Monaldeschi. La corresponde el obispo de Lleida, Salvador Giménez: “Nos encontramos acogidos porque es la casa de España en Roma. Porque la relación entre la Iglesia y el Estado, por encima de todo, tiene que ser entre personas”. Y remata Chema Legorburu, presidente de UCIPE, que presenta la razón de ser de la peregrinación romana: “Los que estamos aquí, compartimos un compromiso con la verdad y una formación humanística en unos momentos donde brillan los bulos, la desinformación y las noticias falsas que ya existían antes de las hojas volanderas de san Francisco de Sales”.
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DOMINGO
Domingo de la Palabra. Basílica de San Pedro. Se presentan cuarenta laicos que van a recibir el ministerio del lectorado. Ningún español. Será casual, pero sí cabe preguntarse si el paso adelante que dio el Papa es un guante que se ha recogido en las diócesis. De momento, censo no hay, como sí lo hay de seminaristas, comuniones y confirmaciones. Continúa la misa. Homilía de Francisco. Se detiene en la lectura. Y levanta la mirada. Para lanzar un consejo directo a cuantos le escuchan: “Llevad un pequeño Evangelio siempre con vosotros para un contacto cotidiano con Dios”. Busquen en sus mochilas y bolsos. O entre sus app, que ahí no pesan. ¿Hay o no hay?
LUNES
Vuelven los tiempos de los vetos episcopales. Alguien me cuenta que se ha recuperado esa costumbre mitral de hacer una llamada al párroco de turno al que se le ha ocurrido organizar una charla con un ponente que consideran algo heterodoxo. “Ni se te ocurra”. El vetado no se crean que es un hereje. La unidad de medida es este pontificado. Si Amoris laetitia se considera cismática en ese territorio eclesiástico, el conferenciante también. Y el que suscribe la exhortación, igualmente.