Recientemente tuve la oportunidad de compartir una charla relacionada con la importancia del varón como esposo y padre de familia. Por supuesto que la preparé con una mirada constante hacia el señor San José y haciendo numerosas referencias a la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. Yo feliz y privilegiado.
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Lo curioso es que, en el segmento de preguntas y respuestas, no faltaron las cuestiones orientadas hacia la polémica, abriendo temas como: la postura del Papa respecto a matrimonios del mismo sexo, la denuncia de sacerdotes pederastas, la promoción de la esterilización, los anticonceptivos y la sobrepoblación.
No es que me espante ninguno de esos temas, de hecho, me gusta afinar mi criterio con el fragor de la polémica, siempre y cuando sea en un marco de diálogo inteligente y respeto elemental. Sin embargo, lo que más me llamó la atención es que pareciera que el tema abordado fue ignorado, esperando el momento de plantear preguntas que, a simple vista, prácticamente pasaban por la tangente del contenido compartido. Pero luego reflexioné un poco más y me di cuenta de que las respuestas ya se habían puesto previamente sobre la mesa, solo que no habían sido descubiertas. En el fondo, detrás de todo, la familia.
La mayoría de los temas que nos inquietan, tienen sus raíces en las relaciones familiares y surgen de la eficiencia (o ineficiencia) del modelo de familia y de su capacidad (o incapacidad) educadora en los diferentes aspectos de la persona. Pero también de la habilidad de la familia para motivar, acompañar y promover el desarrollo pleno de todos sus integrantes. Cuando la familia falla, todo se torna más difícil para quienes la integran, y se abren peligrosos espacios a los desórdenes, vicios, y carencias que pueden generar problemas de diferentes alcances.
La comunidad
Siguiendo la analogía más común, la familia es como una célula que compone un cuerpo más grande: la comunidad. Cuando ésta célula se encuentra sana, es capaz de ayudar al cuerpo a enfrentar las enfermedades que se presentan e incluso a prevenirlas. Pero cuando está dañada, es capaz de enfermar a otras células que conviven con ella. Cuando la familia enferma en sus relaciones interiores, se genera un ambiente en el que son frecuentes las heridas y se nublan los criterios, llegando el momento en que, como cantara Caifanes, “ya no puedo saber que es lo que pasa adentro” y la célula explota.
El Papa Francisco escribe en Amoris Laetitia: “Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad”. (AL 52). Que sea nuestra misión defender a la familia en su llamado a reflejar el Amor de Dios y ser la principal constructora del bien común.