La cólera de Dios del obispo Aguirre


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De vez en cuando, de República Centroafricana llegan algunas noticias que logran romper el cordón sanitario de la indiferencia. Llegan exhaustas, cansadas de la rutina del mal, con la mirada enfebrecida por la impotencia de no conseguir ser buena nueva y la rabia de saber que ni así serían atendidas. La nada no importa nada, salvo a los chiflados.

Uno de ellos es el obispo Juan José Aguirre, un comboniano que literalmente se ha partido el corazón varias veces con su gente de Bangassou y que periódicamente logra que la carga de profundidad de sus noticias haga un roto en algunas conciencias.

“Quien no es capaz de entender una mirada no podrá nunca entender una larga explicación”, se lee en el frontispicio de la página web que, con otros chiflados, ha puesto en marcha para tratar de canalizar un poco de humanidad hacia aquel agujero negro.

En sus últimas noticias, que ha titulado “Centroáfrica, pan y paz”, aun siendo muy claras las explicaciones y afirmaciones sobre el papel de la ONU y las ONG en aquel avispero (no salen bien paradas, no), queda más claro el impacto que tantas miradas de desesperación han obrado en un espíritu políticamente incorrecto y atravesado por un compromiso profundamente evangélico.

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A contrario que aquel otro Aguirre, cuya vida noveló Ramón J. Sender y filmó en versión libre Werner Herzog, la chifladura de este religioso no es por el ansia de riquezas –aunque el país sufra la actual fiebre del oro de la comunidad internacional–, sino de justicia terrena, porque da por hecho que cuenta con la divina para su gente, para los huérfanos de la guerra e incluso para los musulmanes “moderados” que aloja en su seminario, porque fuera de él no hay salvación. Me temo que la cólera de este Aguirre tiene perdón de Dios.

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