Las tragedias humanas del siglo XX, a causa de conflictos políticos, siguen siendo relativamente recientes como para olvidarlas, o peor para repetirlas.
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Cuando se piensa en la guerra, muchos creen que es un combate en selvas y desiertos, en el que dos fuerzas militares se enfrentan, pero allí está Ucrania, a la vista de todos. Un año cruento, en plenas ciudades, que han llevado a miles de personas a dejar sus hogares, sus vidas, su tierra, con el sabor amargo del dolor y la muerte.
Si se piensa en dictaduras, las tiranías caídas del siglo pasado parecieron lecciones aprendidas, pero allí están erigidos nuevos autócratas (al menos en Latinoamérica). Países en los que se niegan elecciones libres y pseudo líderes que son capaces de llevarse cualquier cosa por el frente, con tal de mantenerse en el poder.
Y no es un asunto de historia pasada, la vergonzosa condena a Mons. Rolando Álvarez en Nicaragua, el exilio de dos centenares de personas y el infame despojo de su nacionalidad, a la vista de todos, y con la tibieza ideológica de muchos.
Si se piensa en el exterminio, o en violencia desmedidas como torturas, la persecución a grupos vulnerables sigue siendo noticia, ya sea por raza, sexo, o religión, más de uno sigue pagando el alto precio de querer pensar disntinto, en un mundo en el que la bandera de la diversidad, es levantada por aquellos que solo quiere que todos piensen igual.
Así podría seguir la lista, porque en el fondo, la conciencia civil de la honestidad, del bien, del respeto, de la ética, de la libertad, sigue siendo materias pendientes.
Recatar la conciencia civil
Y de aquí dos conclusiones importantes: la primera es que la pretensión totalitaria y arbitraria siempre estará presente en la historia, por lo que la alerta permanente es necesaria para no ser parte del problema, en pretender imponer al otro una visión unilateral.
Le puede pasar a todos, nadie está exento. Ayer fue Cuba, hoy es Venezuela y Nicaragua. No sabemos quiénes serán las próximas víctimas, pero lo que sí es seguro es que no habrá sorpresas, ya sabemos como son las dictaduras y quiénes son sus aliados.
En segundo lugar, la complicidad. El mal siempre se sostiene de quien lo ejecuta, pero también de quien lo permite, y muchas veces ése que lo permite, lo hace con el barniz débil de la neutralidad, que en el fondo, puede ser indiferencia e interés por aprovecharse en que se mantenga el conflicto.
Siempre del lado de las víctimas
Ante la guerra no se puede ser neutral. Frente a las dictaduras no se puede ser neutral. Frente a la tortura o la violación de los derechos humanos no se puede ser neutral. No hay argumento diplomático que justifique el silencio.
Porque el único lado ético que sería posible asumir es el de las víctimas, el de los que claman justicia, el de los que buscan su libertad, el de los que trabajan por la paz.
Esos que fueron ya beatificados por Jesús, cuando les dijo felices y dichosos, a esos que lloran, que son pobres, que son humillados, que mañana reirán, que serán colmados y restituidos en la dignidad de hijos de Dios.
Por ellos, por los que no son noticia, por los que solo son una estadística, por los que no están en las cumbres importantes, por esos que no merecen ser ignorados ni olvidados.
Por Rixio G Portillo R.. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.