Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

La conciencia del deber en los gobiernos


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La cultura política es una de las tareas pendientes en América Latina, pues es urgente la necesidad de cultivar una conciencia recta sobre conceptos comunes; democracia, elecciones, derechos, deberes, estado, gobierno y ciudadanos.



Hoy en día hace falta seguir educando y sembrando una cultura política que se afiance en la democracia y se aleje de los mesianismos populistas estériles, que solo terminan en dictadura.

Allí están las crisis de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que son un triste y lamentable referente, al respecto. Modelos autoritarios que no funcionaron, aunque la propaganda ideológica insista en romantizar el mal.

No están por encima del ciudadano

Entre esos conceptos, la conciencia del deber. Sorprende como los gobiernos se esfuerzan en hacer prevalecer sus derechos, como si ser electo conlleva a una serie de prerrogativas sopra civiles, por encima de los ciudadanos.

Y no, los gobiernos primero tienen el deber… Deber de velar por el bien común; deber de respetar la dignidad humana; deber de respetar y hacer cumplir los derechos humanos; deber de respetar las reglas de la democracia; deber de respetar al que piense distinto; y el deber de gobernar para quien no le apoya ni votó por él.

La distorsión es tal que incluso esgrimen la idea del derecho a reelegirse, aunque esté fuera de la ley. A esto se agrega el derecho a gobernar sin control de los otros poderes; el derecho a que la prensa no los cuestione; el derecho a que la opinión pública le favorezca; y así podríamos seguir con una serie de argumentos falaces y en el fondo, autoritarios y antidemocráticos.

El asunto es que se sigue concibiendo al gobierno por encima de los ciudadanos, lo que deviene en súbditos incapaces que tienen que ser atendidos en una relación “clientelar” que atrofia cualquier prospecto de desarrollo.

Rixio

Ciudadanos responsables con deber, en el derecho

Por ello, la necesidad de entrenar a los ciudadanos en la cultura del derecho, lo cual tampoco significa no esforzarse, el deber civil está en participar, en escoger y en alternar a sus gobernantes, exigiendo que los derechos de todos y no de una mayoría prevalezcan.

No puede haber legalidad en una ley que aplasta a unos y beneficie a otros, y obviamente los aplastados siempre serán los más vulnerables, y casualmente los que no pueden votar. Los no nacidos, niños, jóvenes, indígenas y ancianos.

Todo esfuerzo del gobierno debe ser desde la vocación del servicio y del deber, y más aún desde el deber de hacer el bien. Incluso frente a los delincuentes y criminales, el deber de corregirlos desde el bien, en una justicia que se abra a la solidaridad y no en la venganza.

Más grave aún, cuando la revancha jurídica es entre políticos, allí están más de un centenar de presos políticos de las pseudo democracias criollas caribeñas, al mejor calco del siglo XIX.

El papa Francisco ofrece una idea, lanzada en un trino desde su cuenta en X, como síntesis de un discurso de su viaje en Mongolia:

“El verdadero progreso de las naciones no se mide por la riqueza económica y mucho menos por los que invierten en la ilusoria potencia de los armamentos, sino por la capacidad de hacerse cargo de la salud, la educación y el crecimiento integral de la gente”.

Capacidad de hacerse cargo, es decir, el deber de hacerse responsable por el otro, de hacer las cosas bien, en la salud, en la educación, y en pro del desarrollo integral de todos.


Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.