En Argentina, desde diferentes sectores, últimamente se han escuchado críticas a las actitudes y palabras del papa Francisco. El obispo de San Isidro, en la provincia de Buenos Aires, Oscar Ojea; un destacado grupo de sacerdotes comprometidos con las personas más marginadas de la sociedad, y algunos muy pocos más como Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco, en Córdoba, han hecho oír sus palabras para recordar que el Papa no pretende hacer política sino anunciar el Evangelio.
Sorprende la escasa cantidad de reacciones en la Iglesia Argentina. Aunque la inmensa mayoría de las personas no pueden comprender los discursos mal intencionados que maltratan la única figura que les inspira confianza y les infunde esperanza. Sin embargo, entre la jerarquía y los medios de comunicación autodenominados “católicos”, las reacciones son tibias y con expresiones que suenan poco convincentes.
Ojea fue muy claro. Señaló que después del primer entusiasmo por la elección de un Papa argentino, “cuando el Magisterio del Papa se encaminó decididamente a predicar sobre el drama de la pobreza y de los excluidos, manifestando en forma clara la Doctrina Social de la Iglesia, cuando comenzó a dar una gran visibilidad a los rostros de los refugiados que interpelan al mismo corazón de Europa, entonces, en muchos medios comenzó a aparecer la desconfianza hacia su persona, buscando sistemáticamente una interpretación política de sus acciones, y excluyendo el móvil pastoral.”
Allí está, una vez más, el nudo del problema. Cuando la predicación del evangelio va acompañada de la denuncia de las injusticias, entonces vuelve a escucharse la vieja frase: “los curas se están metiendo en política”. No es algo que deba sorprendernos, a lo largo de toda la historia de la Iglesia se repiten situaciones similares. Lo curioso es que quienes hoy aparecen en los medios de comunicación hablando de esa manera superficial sobre el Papa son en su mayoría católicos. No soportan “el rosario para Milagros Sala”, una activista detenida en Jujuy, o la audiencia a Hebe de Bonafini, polémica defensora de los derechos humanos que en su momento descalificó e insultó a Bergoglio. En su rechazo a esas actitudes del Papa, expresamente señaladas como gestos de misericordia, los detractores de Francisco repiten casi al pie de la letra los argumentos y las actitudes del hijo de la parábola que se enoja con el padre que ha sido misericordioso con su hermano.
En un tono más directo, Buenanueva sostuvo: “la figura del papa Francisco se ha convertido en Argentina en una especie de botín de guerra. Los que hasta ayer nomás lo señalaban como cómplice de la dictadura, hoy lo quieren sumar como un ‘cumpa’ (compañero) más de su proyecto.” Y luego agrega: “La última vez que vi al Papa, observé que su sotana estaba un poco deshilachada. Ahora comprendo el por qué: tanto tironeo argento, para un lado u otro.”
El presbítero José María “Pepe” Di Paola, quien cumple su tarea pastoral en la villa La Cárcova, de la diócesis de San Martín, Buenos Aires, advirtió que “en estos últimos tiempos hemos encontrado, en algunos medios poderosos de comunicación, una especie de campaña contra el papa Francisco”. El cura villero recordó que “a nosotros no nos pueden venir con un verso ninguno de los que hoy hablan mal del papa Francisco. Nosotros lo sabemos, pero el pueblo también lo sabe. Porque el pueblo se siente totalmente ligado a sus opciones, a sus invitaciones, a sus signos, a sus gestos, que nada tienen que ver con el individualismo, con el egoísmo que pregonan sus enemigos”, aseguró.
Ojea, señala con precisión el motivo de su declaración; no está saliendo en defensa del Papa, que no lo necesita, le preocupan “los comentarios sobre la persona del Santo Padre que reflejan distintos medios, sobretodo porque pueden oscurecer su mensaje evangélico y profético, su visión de este momento histórico y el lugar de la Iglesia en él.” Lo que está en juego no es el Papa sino el Evangelio y el aporte que la Iglesia está haciendo en el mundo en este momento histórico. Por ese motivo lo que sorprende no es el rechazo de algunos sino el silencio de tantos. La actitud provocadora del Papa Francisco, podría convertirse en una actitud que caracterice a toda la Iglesia, pero parece más cómodo seguir instalados en las palabras vacías destinadas a un público ausente.