En estos últimos tiempos se habla mucho de la “cultura del esfuerzo” como algo positivo para las personas que la practican y como algo necesario para la sociedad en la que nos encontramos. Si atendemos a lo que dice el Diccionario de la RAE sobre el esfuerzo este es: “Empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades/ Ánimo, vigor, brío, valor/ Empleo de elementos costosos en la consecución de algún fin”.
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El esfuerzo es algo positivo para la vida, es muy difícil llevar una vida plena si no estamos dispuestos a esforzarnos. Poco o nada se puede conseguir sin esfuerzo. Por ello educar en el esfuerzo es un camino positivo para las personas que lo llevan adelante y también para la sociedad en su conjunto. Ahora bien, cuando ligamos la cultura del esfuerzo a la cultura del éxito de la que ya hablé en otra entrada de este blog hace unos meses, el fomento del esfuerzo puede traer consecuencias contrarias a las que pretende.
Aunque el esfuerzo es algo imprescindible para lograr algo, no es la única variable que nos lleva al éxito en nuestras empresas o en nuestras intenciones. Que logremos los objetivos que nos proponemos o que alcancemos metas deseadas por muchas personas no solo depende del esfuerzo, sino que juegan muchas otras circunstancias que influyen en el devenir de nuestra vida.
Factores que influyen
Uno de los factores que se une al esfuerzo para que tengamos éxito en nuestras empresas es, por ejemplo, la suerte. Lograr el trabajo que deseamos con frecuencia no solo depende de nuestro esfuerzo sino de que no haya otra persona mejor preparada o de que el entrevistador vea en nosotros algo que no ha visto en otro. Otro factor que se une al esfuerzo es el momento histórico en el que nos encontramos o la sociedad en la que vivimos.
Un mismo nivel de esfuerzo tiene resultados diferentes si lo realizamos en el siglo XV que si lo realizamos en el siglo XXI, o si somos jóvenes en medio de una guerra o de un periodo de paz. Un mismo nivel de esfuerzo también va a traer resultados diferentes si hemos nacido en un país pobre y en una aldea perdida o si lo hemos hecho en un país rico en una población cercana a centros económicos y culturales.
Nuestra familia y nuestros amigos también influyen en los resultados de nuestros esfuerzos, porque los contactos, la educación recibida, las oportunidades que conocemos gracias a nuestro entorno pueden favorecer o empeorar los resultados de nuestros esfuerzos. Por último, nuestras condiciones innatas, también influyen en los resultados del esfuerzo realizado.
No es lo mismo nacer con un cuerpo adecuado para el deporte, que tener unas condiciones físicas que no nos permiten realizar grandes avances en nuestro entrenamiento. El esfuerzo es necesario, pero no lo es todo. Hay muchas otras cosas que influyen en los resultados de nuestros esfuerzos y que no dependen de nosotros.