José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

La Diócesis de Ratisbona se mira en el espejo con valentía


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MIÉRCOLES 12. Veinte años del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Como si fuera ayer. Mi primera manifestación. Nunca antes había puesto el pie en la calle por causa ajena convertida en propia. Puri y Mayte, nuestras monitoras del colegio, nos animaron a asistir. Y así fue. Tren hasta Nuevos Ministerios y nos situamos en Colón. A la altura del Hard Rock Café. No nos movimos de ahí. En toda la tarde. No podíamos. Todo Madrid en la calle. Silencio. Aplausos. Gritos de apoyo y desconsuelo. Y oración. Sabía que aquello no era normal, a pesar de mi nula experiencia en movilizaciones. Hoy veo aquellas imágenes y escucho que aquello fue un punto de inflexión para derrotar a ETA. No me queda duda. Fui solo una gota. De un océano de paz.

JUEVES 13. Dos causas tenía abiertas el cardenal francés Barbarin por supuesto encubrimiento de abusos. Archivadas. Fin del caso. Pero el eco que se dio a las acusaciones no es el mismo que a la resolución. Autocrítica como informador.

VIERNES 14. Las triquiñuelas para ahogar a la escuela concertada no cesan. Me cuentan argucias de unos y otros gobiernos autonómicos. Incluso de los menos esperados. El objetivo: ir eliminando líneas poco a poco a pesar de que la demanda no cesa. Verano de abogados y contenciosos para rebañar el derecho a la libertad de elección. Algo estamos haciendo mal cuando la batalla parece solo cosa de dos: los políticos y los colegios. Solo cuando no queda más remedio, los padres salen a escena. Cuando ya no hay vuelta atrás y el único recurso es la pancarta en la calle. Hay que anticiparse. Planificar.

DOMINGO 16. Calor. El termómetro sube. Pero la Palabra hace apacible el ambiente. Rebaja el agobio sin necesidad de abanicos. Una y otra vez hago resonar a Nico Montero. Calma. Serenidad. Frescura, aunque parezca complicada percibirla. “Mi Palabra será como la lluvia que, al caer desde el cielo, empapa la tierra, la hace fecunda, la llena de vida”. Nutre.

MARTES 18. La Diócesis de Ratisbona se mira en el espejo con valentía como para reconocerse culpable ante 547 niños del coro. Una auditoría demoledora elaborada desde dentro. Las propias víctimas reconocen el esfuerzo y la pulcritud de la investigación. Tras un silencio cómplice de cuatro décadas. Autocrítica como Iglesia.

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