JOSÉ BELTRÁN | Director editorial de Vida Nueva
SÁBADO 30. Aterrizaje en el Vaticano. Paseando por los jardines, uno que es curioso –será el gen periodístico– no puede parar de mirar a las ventanas del Mater Ecclesiae. Nunca se pierde la esperanza de ver asomarse al Papa emérito por una de las ventanas. Pero no. La sorpresa viene de más abajo. A pocos metros, se relame como si por ella no hubiese pasado un pontificado. Se llama Contessina y es la gata de Benedicto. Se deja acariciar. Ve la vida pasar. También a quienes buscan en ese convento un aliado frente al inquilino de Santa Marta. Ya han desistido, porque ya han aprendido que Francisco y él son comunidad.
DOMINGO 31. El secretario de Estado preside la misa en Santa Catalina de Siena. No abusa de la mitra. “Eso dice mucho”, comenta alguien a mi lado. También su homilía. Ni juicios ni sentencias, lo que algunos esperarían del número dos del Vaticano. “Dejarse llevar en brazos de Jesús no deja lugar al orgullo, ni al nuestro ni al de la Iglesia. La Iglesia es suya, es Él quien la construye, solo Él puede hacer crecer lo que se planta, iniciativas, análisis, propuestas…”. Buen programa para un primer ministro. Y prosigue: “Los apóstoles no eran propagandistas aguerridos, sino débiles y llenos de dudas”. Como el menda.
LUNES 1. Ya está lista. La encíclica verde ya tiene fecha. Amárrense los machos, porque es larga. Aunque no es el primer papa que lo hace, me cuentan que ha querido que se subraye que se dirigirá “a todos los hombres de buena voluntad”. A los que se reunirán en la Cumbre de París, a los madereros de la Amazonía… Bergoglio recicla el liderazgo moral del papado y el liderazgo global.
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En el nº 2.944 de Vida Nueva.