La familia y uno menos


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Siempre vuelven a casa por estas fechas, pero lo hacen más mayores y sin hijos. España se despuebla. Se ve en las aldeas comidas por la enredadera que ahora compran alemanes para disfrutar de una jubilación que aquí ya se cuestiona.

Y lo certifica el INE: por primera vez desde 1975, hay más muertes que nacimientos, y la tendencia ha venido para quedarse, para disgusto de Vox, pues solo la inmigración y la fertilidad de las extranjeras llegadas en las últimas décadas (casi un millón desde 2002) lograrán revertir esta tendencia, porque el 50% de estas mujeres está en edad de tener hijos, más del doble que las hijas de la generación del baby boom patrio.

Las españolas, es verdad, retrasan la edad de quedarse embarazadas. Antes tienen que formarse para competir en un mercado precario, navegar durante años la ola de la inestabilidad y, para cuando echan cuentas, han salido de las de procrear. La familia no está en crisis; lo que hace aguas es el sistema para mantenerla sin perder vida, trabajo y hacienda en el intento.

Con una generación que sueña con ser mileurista, con viviendas inaccesibles (otra vez), con una conciliación que las empresas miran de reojo, con amenazas en algunos casos por si alguien se queda embarazada, sin un buen sistema de guarderías, también en los lugares de trabajo, la maternidad/paternidad se ha convertido en un lujo al alcance de pocos.

Fotograma de la película La gran familia

Hoy Chencho, el pequeño cuyo extravío en la Plaza Mayor nos tiene televisivamente angustiados por estas fechas desde hace décadas en ‘La gran familia’ –fenómeno social al que siguió ‘La familia y uno más’– podría pasear tranquilamente por la Plaza Mayor sin miedo a que se perdiera su nieto porque, probablemente, no tendría ninguno a quien llevar de la mano a ver los belenes.

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