Cuando un grupo religioso aspira al poder político puede suceder que:
- La fe resulte instrumentalizada por el interés político. Los creyentes, feligreses o seguidores dejan a un lado su relación con Dios y le dan prioridad a la lealtad a un partido, a un jefe o a un candidato político. Como quiera que se miren, la lealtad política y el compromiso con Dios son de naturaleza distinta y en más de un caso aparecen contradictorios.
- Aparezca una contradicción tan nítida como la que descubre Jesús en el Evangelio cuando recomienda “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. No se pueden confundir esas dos relaciones que se rechazan entre sí con una fuerza similar a la que Jesús registra al sentenciar que “no se puede servir a Dios y al dinero”.
- Una de las razones de esa mutua exclusión es la presencia corruptora del poder. El político va detrás del poder, así pretenda disfrazarlo de servicio público; de modo que abrazar la causa de un político es solidarizarse con su búsqueda del poder. Si a esto se le agrega que el propio grupo religioso quiere para sí el poder, es innegable la contradicción entre el mandato de servicio del cristiano y el apetito de poder. La cohabitación con el poder acerca a personas e instituciones a la corrupción asociada al poder, de modo que puede afirmarse que asociar la fe con la política es propiciar la llegada de la corrupción a la comunidad de fe.
- Se repita la historia. La historia colombiana muestra claros ejemplos de los dañinos efectos de la alianza de la religión con los políticos. La relación del partido Conservador con la Iglesia se asocia al crecimiento e intensificación de la violencia. Apoyado por la Iglesia el partido político intensificó su actividad proselitista, justificó sus abusos y pretendió entrar en las conciencias. Así, en nombre de la religión ocurrieron los actos de persecución de los contrarios, como si se tratara de una cruzada. En nombre de la religión se bendijeron armas y combatientes y se le dio a la persecución sangrienta el carácter de un deber de conciencia: los buenos debían acabar con los malos. Esta experiencia histórica demostró cómo en la alianza entre la fe y la política es la política la que acaba subordinando y utilizando la fe.
Razones para rechazar alianzas
Ante la inminencia de las jornadas electorales para Congreso y para la presidencia, ya hay candidatos que se disputan el voto religioso, como un valioso trofeo. Este hecho permite examinar la naturaleza de esta relación y ahondar en la función social y política de lo religioso para configurar reflexiones como estas:
- Los episodios históricos de alianzas político-religiosas revelan la pobreza de buenos resultados para la religión; por el contrario, tal alianza desfigura la imagen propia de lo religioso, deteriora su credibilidad y sustrae a la feligresía de sus objetivos de relación con Dios.
- Dios, y por tanto lo religioso, reclama una autonomía total que hace ilegítimo cualquier intento de subordinación cultural, política o social. Repugna a la naturaleza de lo religioso el intento de personas o instituciones de poner lo religioso a su servicio.
- La utilización electoral de la religión contradice profundamente la convicción de que es inaceptable que lo político se valga de lo religioso como de un medio para sus fines. También la utilización de lo político en beneficio de lo religioso es descartable, toda vez que sus fines y sus medios son de distinta naturaleza; por tanto, la religión que pretende valerse de lo político para obtener sus objetivos o termina perdiendo su naturaleza espiritual o sometiendo lo espiritual a la dinámica de lo político.
- La fe, sin embargo, no puede ser tenida como un asunto privado y sin más repercusiones que las que se dan en la vida privada y personal. Le fe tiene un irrenunciable influjo en la vida social. Como la luz encendida en lo alto de una montaña, que está para que todos la vean y se guíen por ella. Como la sal y la levadura que extiende su acción a toda la masa, “la fe es un don que no es primeramente para el individuo, sino para el otro” (Yakosic). Mientras la alianza de la fe y lo político favorece la irrupción de un político en la vida de la sociedad, la fe sin alianzas propicia la irrupción de Dios en la historia humana. Así lo acaba de poner en evidencia la visita del Papa a Bangladesh que ha tenido un objetivo político: la defensa de los Rohinyás, a quienes el Gobierno ha ignorado o propiciado medidas de expulsión como las que el general Min Aung Hlaing ha impulsado. Al aceptar la visita no programada de este general, el papa Francisco puso sobre la mesa un tema político, tan sensible que el cardenal Bo le había pedido no mencionarlo durante su visita. Para Francisco los 620 mil refugiados Rohinyás son, ciertamente un tema político, pero antes son un deber de amor a los más necesitados, y para ese deber no hay fronteras políticas.
- La posición de los grupos religiosos que, al proponerse objetivos políticos, creen que así subordinan lo político a lo religioso, pierden de vista que su anuncio religioso no se impone ni se puede imponer coactivamente porque ha de ser aceptado en libertad y sin presión alguna. Es equivocada la idea, por tanto, de que el poder político puede llegar a ser plataforma evangelizadora.
- Mientras la Iglesia en Colombia se apoyó en lo político para evangelizar, su mensaje fue recibido como un mensaje político; cuando lo ha proclamado con autonomía e independencia de todo credo político, ha mantenido toda su fuerza.
Todas las anteriores son razones para rechazar las alianzas político religiosas y para exaltar la independencia y autonomía de cuantos anuncian el Evangelio confiados en su propia fuerza, que es la del Espíritu de Dios.