La noticia de la entrevista concedida por el Papa a Jordi Évole y La Sexta ha sorprendido a muchos. A mí también, como tantos. La expectativa cuantitativa se ha cumplido y es récord de audiencia en el programa. Nunca antes se vio tanto este programa. La expectativa cualitativa, que me preocupa mucho más, no sé valorar cuánto éxito ha tenido. Las redes sociales me dicen que ha causado pocas sorpresas y cada cual sigue defendiendo su postura, incluso exigiendo que se hubiera dicho algo más sobre… En definitiva, asistimos a una entrevista (no un diálogo) con esa tendencia tan perniciosa que busca secundar lo propio. Al final, ninguna sorpresa.
Un teólogo prácticamente inabarcable, von Balthasar, que confío que no esté olvidado, escribió un breve texto en 1967 titulado ‘La fe de los sencillos’. En él contrapone en un momento la actitud de los niños, en su libertad y capacidad para recibir, con la doblez del corazón, es decir con aquellas personas de torcida y oscura intención, poco claras. Esta doblez o dureza de cerviz es más que conocida en por la Biblia, en la descripción que hace de la persona orgullosa, cargada de prejuicios, y, por tanto, incapaces de vivir la confianza y en apertura.
Recientemente se ha traducido al español, un cristiano ortodoxo expulsado de Rusia al inicio del XX, que terminó en la Francia de Mounier, se pronuncia sobre la Iglesia como el espacio en el que la libertad se vive como absoluta, solo limitada por el amor. Berdiáiev tiene claro que no solo el amor a Dios transfigura la naturaleza humana; también el amor al prójimo.
La falta de líderes del siglo XXI me hace recordar que hoy como nunca, las personas son examinadas con una lupa enorme; esa lupa que busca la brizna, rebobinando miles de veces la mota en ojo ajeno. La bondad parece no tener cabida sin el aplauso de muchos, sin las masas. Sin embargo, la esperanza está en que el bien se haga paso de otra manera. Entre tanta mirada, lo que se hace adquiere una relevancia mucho mayor que lo que se dice, aunque toda acción esté siempre sustentada en palabras y motivos. No se quiere escuchar por qué se hace, se quiere, simplemente, ver.
Algo que me recuerda el deseo de aquellos hombres que en primer capítulo del Evangelio de Juan quieren “ver dónde vives”, dónde tienes vida. Pero queremos verlo, es decir vivirlo nosotros mismos también. Necesitamos de ese mismo pozo en el que encuentras agua, la misma confianza que da de comer a la multitud y acoge en el prójimo a Cristo mismo.