José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

La generosidad en lo cotidiano, cuando nadie se entera


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JUEVES. Fundación Pablo VI. La Iglesia se suma a la COP25 con una jornada de reflexión. Al estilo Laudato si’. Levanto la mirada y veo una cantidad de logos convocantes. Nunca antes se habían visibilizado tantas entidades eclesiales por una causa común. Por una Casa común. Frente a los agoreros que consideran que la ecología integral es atrezzo, un nutrido auditorio. Mérito. Teniendo en cuenta la convocatoria exprés. Tiempo de descubrir a tanto profesional ligado al Evangelio que sabe bucear en lo medioambiental. Abanderados en medio de la lucha eco. A mucha honra.



VIERNES. Desayuno. Televisión Española. Retransmisión en directo de la salida de Greta Thunberg del vagón de tren que la ha llevado de Madrid a Lisboa. Nube de reporteros. Cual Pantoja. Tarde. La policía solicita a la activista sueca que abandone la manifestación por su seguridad. Asediada por los selfies. Por quienes la encumbran como celebrity. Ídolo de fans que se detienen en su rostro enfurecido cubierto bajo capucha, en lugar de mirar hacia donde ella apunta. La culpa no es de Greta. Flasback. Rosario Flores ante la tumultuosa boda de su hermana en Marbella: “Somos como los Rolling Stone, pero en cateto”.

DOMINGO. ‘Los dos Papas’ en los Verdi. Es ficción. O se sientan en la butaca con esta cláusula integrada, o mejor dense otra vuelta por Netflix, por si se topan con una nueva temporada de ‘Stranger Things’ o ‘Paquita Salas’, madre fundadora. Es ficción. Si se plantan ante la pantalla cual fariseo –que diría Antonia Dell’Atte, católica de pro, por cierto– no harán más que ponerle pegas por caer en lugares comunes simplistas o dicotómicos. No apta para quienes se les atraganta que el coro cante la paz o que haya ofrendas más allá del pan y del vino. Porque se lanzarán a condenar a guionistas y director por virar hacia el histrionismo dialógico que nunca habrán verbalizado Ratzinger y Bergoglio. Entre otras cosas, porque es ficción. Pero con mucha realidad de fondo. Y de forma.

MARTES. Merienda con la Sagrada Familia de Burdeos. A mesa puesta. Diálogo abierto. Uno está en casa. Me voy con un bizcocho bajo el brazo para el equipo. Ni cohecho ni soborno. La generosidad de quienes han forjado su vocación en la austeridad personal y la entrega al otro. En la despedida, otra vianda todavía más preciada. “Rezamos por todos los que trabajáis en Vida Nueva. Así, en lo cotidiano, cuando nadie se entera”. Se nota. Gracias.

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