Es preciso desarrollar la perspectiva de derechos en la sinodalidad. Una de las claves cruciales de Francisco es el abuso de autoridad, porque ha sido un problema crónico en numerosas entidades. La brutalidad institucional se produce cuando las instituciones excluyen o aplastan a las personas, sin que estas puedan defenderse. Esa realidad de decisiones incontrolables e impunes es ajena a la verdadera cultura católica.
- PODCAST: 60 aniversario del Vaticano II
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Contra la idea de una Iglesia católica absolutista, existe una larga y honda cultura del derecho que va incluso mucho más allá del Derecho Canónico. Históricamente, la Iglesia fue la principal promotora del Derecho Internacional moderno y fue la que más luchó por la igualdad y universalización de los derechos en el contexto de la expansión imperial occidental. Instituciones eclesiales defendieron a la población contra los abusos señoriales en Europa y toda la cristiandad.
La auténtica cultura católica no es fuente de autoritarismo, abusos y microtiranías –como acusa el dictador Daniel Ortega en Nicaragua–, sino lo contrario: la Iglesia defiende la pura humanidad como fuente de libertades iguales y derechos universales, desde la concepción hasta el final de la vida. Mucho más allá de donde suele ir el derecho común actual.
Movimiento de los elefantes
Lo que sí es verdad es que las instituciones eclesiales a veces son miméticas con entornos de los que ha absorbido microautoritarismos. La sinodalidad nos llama a ahondar en la perspectiva de derechos en todos los entornos eclesiales, especialmente con los laicos y con atención a las mujeres.
En dinámicas tan espirituales, íntimas y delicadas como las religiosas, se debe desplegar aún más el Derecho para asumir todos los derechos a la altura de nuestro tiempo: derechos del Pueblo de Dios en parroquias y diócesis, derechos para que las personas nunca puedan ser aplastadas por el mero –y, a veces, no intencionado– movimiento de los elefantes.