Para desconsuelo de algunos e incredulidad de muchos, la Iglesia se está desenganchando a marchas forzadas del nacionalcatolicismo que aún rezuma por sus costuras. Claro que no puedes irle con esto a Almudena Grandes, porque aún le quedan un montón de tomos de sus particulares episodios nacionales con los que ajustar cuentas con la Iglesia y, ay, no siempre se puede decir que le falten argumentos.
Por eso, es muy posible que a la escritora le diga muy poco que no hay fuerza social en España que cada año coseche tantos votos a favor como la Iglesia en la casilla de la renta. El año pasado, 8,5 millones de contribuyentes marcaron la X a su favor. Si fuese una de las elecciones en las que hemos participado últimamente, resulta que la Iglesia sería la ‘formación’ más votada, con casi dos millones y medio de votos por encima del PSOE y cuatro veces más que Unidas Podemos. Vamos, que podría haber gobernado en solitario.
Es posible que tampoco le diga nada a la prolífica autora una serie de hechos que se vienen constatando en los últimos tiempos. Se propone la exhumación de Franco. Aceptado. Se pretende exhumar también a los díscolos benedictinos del Valle de los Caídos. No habrá barricadas. Tendrá que pagar el IBI de los locales que no sean de culto. Sin problema, siempre que no sea solo una medida contra la Iglesia. ¿Abusos sexuales? Ha tomado la iniciativa, para vergüenza de partidos que boicotean comisiones de investigación en parlamentos sobre redes de prostitución de menores en centros públicos…
Pero, en todo caso, la principal beneficiada de este desenganche nacionalcatólico es la propia Iglesia. Recuperará libertad para poder ser, ya auténticamente, como pide Francisco, “contemplativa del pueblo”, el que realmente ha sufrido las peores consecuencias de ese fatal maridaje. Ahora que hay elecciones en Añastro, qué mejor que partir más ligeros de equipaje. Hay esperando un montón de causas pendientes.