La prensa, y ciertos sectores dentro de la Iglesia, insisten en enfrentar a Benedicto XVI con Francisco, y si no de manera personal, si en la perspectiva de los pontificados.
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Pero la Iglesia, tras la partida de Benedicto XVI no es anti Francisco, ni la iglesia que conduce Francisco, como sucesor legítimo de Benedicto es anti Ratzinger.
Efectivamente interpretar los pontificados como contrapuestos no es una novedad, ocurrió con Pío X y Benedicto XV, ante la neutralidad asumida por el Vaticano y la flexibilización de las prerrogativas antimodernistas; o el mismo Pío XII frente a la condena no realizada al nacismo, de la que el papa Ratti tenía preparado un discurso y una encíclica antes de ser sorprendido por la muerte.
La novedad ahora no es que estén contrapuestos, sino que la presencia del emérito habría condicionado al Papa en funciones; y dicha teoría colocaría a Francisco como un censurado o coartado por su antecesor, lo cual, no sería un elogio sino al contrario, Bergoglio quedaría como un influenciable, y nada más lejos de la realidad.
Francisco no necesitaba bula de Benedicto XVI para los cambios emprendidos, ni Ratzinger un permiso del sucesor para renunciar, así no funciona la iglesia, ni el Vaticano, ni la historia misma.
La publicación de las memorias de Georg Gänswein, inseparable ayudante del papa alemán, son las impresiones personalísimas del secretario del emérito, y aunque puedan llamar la atención, en las primeras de cambio, los hechos hablan por sí solo, lo demás son historias de camino.
No hubo palabras de uno contra otro
En el libro entrevista publicado por Benedicto XVI, Últimas conversaciones, con Peter Seewald, hay una pista de interpretación:
Comentó, el anciano papa: “Diría que Francisco me corrige a través de su afectividad directa con las personas. Creo que eso es muy importante. Y también es de todo en todo un papa que da importancia a la reflexión. Cuando leo su exhortación apostólica Evangelii gaudium o también las entrevistas que concede, veo que se trata de una persona reflexiva, de una persona que aborda espiritualmente las preguntas de la época. Pero a la vez se trata asimismo de alguien que está muy cerca de la gente, alguien acostumbrado a relacionarse con las personas”.
El mismo discurso improvisado del papa emérito en su aniversario sacerdotal reflejó que no había tal ruptura:
“Gracias especialmente a Usted, Santo Padre (Francisco): su bondad, desde el primer momento de la elección, en cualquier momento de mi vida aquí, me conmueve, me lleva realmente, -más todavía que los jardines del Vaticano- hacia la belleza; su bondad es el lugar donde vivo: me siento protegido”. Interesante la descripción, dice protegido, no combatido.
Guardini también los une
Una buena forma de interpretar la historia podría ser también, la teoría del contraste de Romano Guardini, maestro de inspiración en Bergoglio y compañero teólogo respetado por Ratziger.
Los dos papas tuvieron aspectos distintos de una misma realidad: el carisma petrino; ambos fueron necesarios, y de alguna manera, recíprocos; pero el contraste, según Guardini, no es contradicción, por lo que uno no contradice al otro sino que lo continúa como la novedosa acción del Espíritu, que es quien conduce a la iglesia.
Ratzinger, en su última Audiencia General, lo decía con palabras semejantes:
“Siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda; es Él quien la conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, pues así lo ha querido”.
Por Rixio G Portillo R. Profesor e Investigador en la Universidad de Monterrey