VIERNES
Utilizo ChatGPT para verificar una traducción. Pregunto una duda ortográfica y, curiosamente, se equivoca. Se lo hago saber. Se disculpa. Añado un “te perdono”. No contesta. Se ha quedado en espera. Con unos puntos suspensivos permanentes. Se ha bloqueado. La inteligencia artificial no entiende de misericordia. La capacidad de ser perdonado.
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SÁBADO
Explanada de La Almudena. Fin de fiesta de una tarde que buscaba dar continuidad a la JMJ. Para que aquello no se quedara en el subidón del momento. Primero, compartir en el seminario. Después, misa en la catedral. Y como remate, concierto con Aisha, Hakuna y el padre Guilherme. Sí, el cura dj que despertó al personal en la JMJ. En cuanto arrancó su sesión, volví a confirmar que para conectar con los jóvenes hay que resintonizar desde su realidad, no desde una burbuja eclesial.
DOMINGO
Georg Gänswein abandona su exilio. Al menos, por unas pocas horas. Ya tiene el billete de avión para aterrizar en Madrid. Invitado por la Fundación Universitaria Española. A un lado, tendrá al cardenal Rouco Varela. Al otro, al nuncio Bernardito Auza. La anfitriona, Lydia Jiménez, presidenta de la citada institución, además de directora general del Instituto Secular Cruzadas de Santa María. ¿El motivo? Un aula Joseph Ratzinger. Nadie ha preguntado a Roma el porqué de su salida del Vaticano y de su consiguiente silencio en Friburgo.
LUNES
Cuatro bajas temporales en el Aula Pablo VI por coronavirus nada más comenzar la semana. El Papa, también ausente. De inmediato, hay quien va más allá. ¿Pontífice contagiado? O, mejor, miedo bergogliano a comparecer por la crisis de Gaza. Ni lo uno ni lo otro. Simplemente, estaba con los obispos congoleños, que también se merecen los consejos de Francisco en su visita ad limina. Despejada la rumorología, los padres y las madres sinodales que siguen activos andan despistados dentro del auditorio. Porque estrenan mesa y tienen que buscar su nuevo asiento. Cambio de compañeros de pupitre para experimentar la pluralidad eclesial. Sistema rotatorio semanal que, de paso, apacigua los conatos de enganche verbal por algún que otro tema, si durante un mes se comparte mantel con quien ha decidido seguir escrupulosamente con un ayuno y abstinencia sinodal en cada una de las sesiones.