Es impresionante el nivel de violencia al que hemos llegado, echar un vistazo a las redes sociales, es entrar en un mundo donde la cordura no tiene lugar. Se golpean en las escuelas, en las calles, en los cines, en todo lugar donde haya diferencias, pareciera que los tiempos actuales son propicios para arreglar nuestras diferencias con golpes y con armas, todos contra todos, sin respeto alguno.
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Estamos viviendo tiempos donde la ley del más fuerte se ha impuesto, como si de nada nos sirviera vivir en un mundo donde la comunicación tiene un papel importantísimo, los altos índices de frustración y la forma de expresar los desacuerdos es, recurriendo a la violencia, golpes y destrucción de quien piensa diferente, o de quien siente que se le están provocando, inmediatamente se hace justicia por su propia mano creyendo que es lo correcto y además es celebrado por los observadores.
Parece como si la cordura se estuviera extinguiendo, entiendo que vivir en grandes ciudades y en espacios tan reducidos no hace sino disminuir nuestra tolerancia por diferentes motivos, el nivel de frustración y de infelicidad detona ante un percance automovilístico, donde la nula o poca sensatez ya no tienen lugar y esto puede deberse, entre muchos factores, al hecho de vivir hacinados.
La vida se ha convertido en un lugar violento, donde parece que no hay cabida a la prudencia, pareciera como si el que más intimidara a los demás, fuera el que más poder tuviera ¿Serán los estragos de la pandemia? ¿Será que permanecimos mucho tiempo encerrados y ahora ha llegado el momento de sacar esa frustración?
Con un poco de cordura
Lo que sí es una constante es que en todos los lugares del mundo los acontecimientos violentos cada vez van en aumento, algo que debemos detenernos a reflexionar, porque esas personas pueden ser nuestros hijos, nuestros familiares o incluso hasta nosotros mismos.
Es necesario volver a recuperar el buen juicio, detenernos un poco ante lo que estamos viviendo, porque a la menor provocación surge la persona con ínfulas de grandeza y de que está en su derecho a causar daño a quien le provoque por el menor motivo.
Estoy seguro que a más de uno de los lectores ha tenido una historia relacionada con la violencia innecesaria por una acción que, podría pasar sin “pena ni gloria” y que en algunas ocasiones termina en una lucha de poderes. Alguien que no respetó la “fila”, un “percance” automovilístico, un cobro “excesivo” en algún establecimiento.
Entiendo que se tratan de injusticias que no debemos permitirlas, pero no estoy de acuerdo en llegar a la violencia desmedida y convertirnos en luchadores o boxeadores por algo que, con un poco de cordura podría resolverse de otra forma. Parece que es el recurso para hacernos valer en sociedad, el que grite más fuerte o el que golpee primero, privilegiará su status y ganará la admiración de las personas.
Nada más básico y tan falto de criterio como resolverlo todo por medio de la agresión, la violencia en la mente es tan hiriente como la violencia de las manos.
“No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado”. Levítico 19, 17
Qué lejos estamos del nuevo mandamiento de Jesucristo: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.