El sabio del libro de los Proverbios ya nos avió hace muchos años de un problema que se da en la actualidad: “El rico domina a los pobres, el que toma prestado es esclavo del que presta.” (Prov 22,7). Tomar prestado quita libertad, te obliga a seguir los dictados de aquel que te ha financiado. Si nuestra bonanza económica depende del dinero que nos prestan los otros, especialmente si estos tienen unas condiciones económicas mucho mejores que las nuestras, nos convertimos en rehenes de lo que ellos quieran de nosotros. La deuda se convierte en una losa que nos aprisiona limitando nuestra libertad.
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Proveernos de cosas para nosotros y nuestras familias a través del endeudamiento puede hacernos caer en la servidumbre para quien nos ha dejado el dinero. Querer tener más de lo que está a nuestro alcance pidiéndoselo prestado a otros, hace que tengamos que preocuparnos siempre de devolver aquello que nos han dejado.
Endeudamiento
Si nuestra capacidad para devolver es amplia porque, o bien hemos pedido prestado muy poco, o bien nuestros ingresos son elevados, el endeudamiento puede no quitarnos libertad, pero cuando alguna de estas características no se dan, cuando estamos muy endeudados o nuestros ingresos no son lo suficientemente altos como para devolver lo recibido con holgura, dependemos totalmente de quien nos presta.
Esta es una realidad que vemos en la economía con demasiada frecuencia. En la anterior crisis, las personas y las empresas se habían endeudado exageradamente. La llegada de la crisis hizo que gran parte de ellas tuvieran dificultades para devolver lo que debían y pagar sus intereses. Por este motivo muchas empresas tuvieron que cerrar y que hubo un gran número de familias que se enfrentaron a un desahucio.
En estos momentos, el endeudamiento mayor es del Estado. La cifra que debe es tan elevada que tiene que volver a pedir prestado para devolver lo que ya pidió con anterioridad. Para seguir siendo solvente tiene que acudir a las grandes instituciones financieras nacionales e internacionales que son quienes le prestarán el dinero que necesita para devolver su deuda a sus prestamistas anteriores.
La principal consecuencia de esto (parafraseando el proverbio) es que los intermediarios financieros (los ricos) dominan a los estados (los pobres). Los estados se ven obligados a realizar las políticas que les exigen los intermediarios financieros para que estos sigan prestándoles. Por ello pierden libertad para hacer aquello que creen más conveniente, solamente podrán hacerlo si sus financiadores consideran que es lo adecuado. Si no lo es, o bien no les prestarán fondos o bien lo harán a cambio de unos tipos de interés más elevados.