Dinos Chapman nació en 1962 en Londres y su hermano, Jake Chapman, nació en 1966 en Cheltenham (ciudad balneario en la frontera entre Gales e Inglaterra). Conocidos artísticamente como los Hermanos Chapman, tuvieron un lugar preferente entre los jóvenes del Brit Art. Su padre es profesor de arte y su madre es una fervorosa griega ortodoxa. De hecho, Jake y Dinos son diminutivos de los nombres ortodoxos Iakovos y Konstantinos. Ambos hermanos coincidieron en su formación en el Royal College of Art entre 1988 y 1990.
Desde el comienzo de su trabajo común en 1991, se distinguieron por el desfiguramiento y la tortura de sus escenas. Su tema central es la denuncia de la violencia. Buscan superar la trivialización de la violencia, a la cual el público ya se ha acostumbrado por su permanente exposición en la cultura de masas. Sus obras son extremadamente turbadoras y grotescas. Ya al inicio optaron por la profanación como método. Compraron la serie de grabados de Los desastres de la guerra, de Goya, para pintar sobre ellos, mutiliarlos y también realizar esculturas tridimensionales con sus imágenes.
El salvajismo sensacionalista podemos verlo expuesto con mucha mayor virulencia en la obra que los hermanos Jake y Dinos Chapman titularon Madonna. En ella, una tradicional imagen decimonónica de la Virgen María con Jesús Niño en brazos es violentada con patente intención sacrílega. El rostro de la Virgen es herido para mostrar en él la faz de la muerte. Se le arranca la piel alrededor de los ojos y la que cubre la nariz y esas zonas aparecen en carne viva. La boca se le ha cosido con gruesas grapas y dos marcas de sangre bajan de su ojo derecho y el labio inferior. Toda la piel de la cara está en realidad arrancada y solo sostiene con unos clavos brutalmente clavados en lo alto de la frente de la mujer. Por encima de los pliegues que forma se puede ver el cráneo sin piel. El Niño Jesús sufre una alteración más salvaje. Se le ha arrancado no sólo la piel alrededor de la boca sino que se ha extraído parte de la boca y dientes y se ha partido a la mitad la nariz para que unos tentáculos de criatura marina se expandan repugnantemente.
El efecto de extremo dolor de la Virgen María queda patente y su mirada de tristeza es desoladora. Aparece víctima de una brutal tortura que le ha roto el rostro, le ha privado del elemento que mejor expresa nuestra singularidad e identidad. Y su boca ha sido cosida: no es un silencio querido sino que ha sido silenciada por la violencia. La Mater Dolorosa ha sido configurada desde el canon gore de extrema violencia y sadismo propio del final del siglo XX. Tan salvaje que sólo funciona como obra conceptual. Es muy difícil sostenerle la mirada a esa Virgen que nos ve directa y dolorosamente a los ojos.
Por su parte, el Niño Jesús está en brazos de la madre con el dedo en alto pronunciando sus enseñanzas. Pero en vez de palabras hace su aparición un monstruo marino que le rompe la cara. La mirada del niño está espantada y hundida en el horror. La violencia contra niños es una insignia de los hermanos Chapman que se ve también aplicada en su Madonna. ¿Quiere decir que las palabras de Cristo le van a costar la vida? ¿Quiere decir que sus palabras generan monstruosidad? Las palabras del hijo le van a costar la vida a él y el desgarro de la madre. Ese desgarro materno es materializado en la cara cortada y separada. No podemos dejar de asociar el aspecto de la Virgen María a las máscaras mexicanas de la muerte y quizás hacer referencia a las madres sufrientes por el asesinato masivo de sus hijos. En todo caso, las transformaciones que facturan producen alejamiento con el niño y lástima con su carácter de víctima.
El Cristo de los Chapman abunda en la misma línea. Jesucristo se muestra torturado. En su frente le han grabado una cruz esvástica, representando a todos aquellos que le hoy mismo le acusarían de fascismo. John Lennon mismo le situó junto a Hitler en uno de los borradores de la portada del Sargento Pepper, aunque finalmente se eliminó del álbum definitivo. La lengua, símbolo de la palabra, está torturada, y también los ojos. Unos goterones de sangre han caído sobre su Sagrado Corazón. Los Chapman parecen decididos a no hacernos olvidar que los horrores del mal continúan y no son asimilables, no nos dejan integrar el mal mediante la rutina de imágenes crueles que hemos asumido en nuestra cultura hasta quitarles todo el poder perturbador que tienen.
Los horrores de Jake y Dinos Chapman tienen un tremendo carácter irónico pero son difícilmente soportables para la sensibilidad general. Igual que las torturas y monstruosidades a que son sometidos los niños de sus Anatomías Trágicas, también su visión de María y Cristo es extremadamente dramática y un ejercicio de denuncia del dolor al que se vieron sometidas ambas figuras en la Crucifixión.