El origen
La Renovación Carismática española ha celebrado su asamblea nacional hace unas semanas. Una reunión especial la de este año en el que el movimiento celebra sus Bodas de Oro, tras una intensa semana de celebraciones en Roma en torno a su congreso mundial.
Los orígenes de este movimiento hay que ir a buscarlos a Estados Unidos, en plena explosión de las efusivas iglesias pentecostales luteranas. Todo comenzó en un retiro de fin de semana en el que participaron una veintena de estudiantes de la universidad católica que los espiritanos tienen aún hoy en el estado de Pensilvania.
En la casa de ejercicios de ‘El arca y la paloma’, a unos kilómetros de Pittsburgh, todo parecía tranquilo, pocas cosas estaban organizadas. Tras una oración en la que los participantes pidieron recibir “bautismo por del Espíritu Santo”, comenzaron a preparar la celebración de un cumpleaños… Poco a poco, el ambiente se transformó totalmente. Unos bailaban dejándose llevar, otros gritaban con entusiasmo todo tipo de alabanzas o lloraban de alegría… y todos rezaban. Sin que nadie se lo pidiese o le invitase a ello. Cada uno sentía una fuerza que le impulsaba a ir a la capilla.
A su vuelta a las aulas, contagiaron su entusiasmo y crearon grupos para seguir manteniendo esa experiencia, a pesar de las muchas resistencias que encontraron dentro y fuera del campus. Cada semana se reunían para rezar con mucha música. Estos “pentecostales católicos” acabarán siendo el germen de la Renovación Carismática Católica.
Sin pretensión de grandes estructuras u organizaciones, los grupos empezaron a multiplicarse por toda América y, después por todo el mundo. En poco tiempo los grupos ya pasaban de mil, aunque en este movimiento las cifras siempre son aproximadas. En España, el primer grupo se crea en torno a las tropas americanas de la base militar de Torrejón de Ardoz.
La celebración
Con motivo del aniversario de este año, un buen grupo de carismáticos ha vuelto a repetir la experiencia inicial de retiro en Pittsburgh, conectados con todo el mundo a través de internet. En cada uno de los países se han celebrado también diferentes actividades.
Además, los llamados Servicios Internacionales de Renovación Carismática Católica, que se encargan de las relaciones con la Curia vaticana, organizaron una serie de actividades en Roma en torno a la semana de Pentecostés. Con el papa Francisco, participaron en la catequesis de esos días y en una Vigilia en el Circo Máximo de Roma.
Francisco, ante más de 30.000 personas de 130 países, reconoció al movimiento como “un precioso instrumento del Espíritu para caminar juntos”, “una corriente de gracia del Espíritu”. Fieles a esta identidad, el papa les pidió que no pusieran “diques” ni encerrasen “al Espíritu Santo en una jaula”, recuperando el Espíritu que inspira a los profetas.
“La Iglesia cuenta con vosotros, con vuestra fidelidad a la Palabra, vuestra disponibilidad al servicio, y los testimonios de vidas transformadas por el Espíritu Santo”, fueron las palabras del Papa en aquella noche en el lugar donde estuvo aquel circo romano en el que la historia ha presenciado la entrega total de tantos mártires, testigos valientes de fe hasta el extremo.
La senda abierta
Sin fundador, sin estatutos ad experimentum, sin jerarquías ni organigramas eficientes o complicados… los carismáticos han seguido su camino. Según sus propios cálculos se estima que en el mundo hay entre 100 y 130 millones de católicos que son o han entrado en contacto con algunos de los grupos que se definen como carismáticos.
En este medio siglo las críticas han venido de todos lados. Para unos son demasiado sentimentalistas, o se pasan de místicos espiritualistas, muchos piensan que mantienen una espiritualidad desencarnada, que son excesivamente conservadores, que hacen una lectura literalista de la Biblia o demasiado libre, que son desordenados, imprevisibles, meten mucho ruido, o que arman mucho jaleo, que son demasiado desinhibidos…
El propio Bergoglio ha reconocido que la primera vez que se encontró con uno de estos grupos, siendo un cura joven, se preguntó qué era aquella “escuela de samba”. Hoy afirma que el movimiento es “una gracia” para la Iglesia.
Es verdad que el tiempo, el crecimiento, los recursos propios… van dando madurez al movimiento que se empieza a dotar de un mayor compromiso y de una normativa básica que le permita mantener la fidelidad original al Espíritu que se vive y se transmite en el grupo semanal, en los retiros, en las oraciones compartidas, en los seminarios y encuentros de sanación… pero sobre todo cotidianamente respondiendo a la propia vocación cristiana, traduciendo la Palabra en audaz profecía que se hace lágrimas, plegaria y bendición; pero que se hace también acogida, misericordia, sudor y esfuerzo por transformar el mundo en Reino de Dios.