Rafael Salomón
Comunicador católico

La novedad en Cristo


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Un cambio de vida no es nada sencillo. Cuando lo realizamos y justo en el momento que decidimos ajustar el camino, muchas veces nadie nos acompaña, más bien, experimentamos soledad en ese nuevo sendero, una extraña sensación de ser incomprendidos, hasta de sentirnos excluidos.



Las personas a nuestro alrededor y especialmente los más cercanos se sorprenden por nuestra “nueva manera de ser”, les cuesta trabajo comprender este rumbo en el que nos alejamos de ciertas actividades y nos concentramos en nuestro crecimiento personal y espiritual, cuando decidimos mejorar nuestra relación con Dios se nos etiqueta de diferentes maneras, muchas de ellas con burlas y hasta mofándose de nuestra actual manera de ser.

Es un proceso de adaptación doloroso, muchas personas creerán que estamos transitando por algún momento difícil o que simplemente, deben darnos un tiempo para “volver a ser quienes éramos”. Nada más doloroso para la persona que ha decidido cambiar el rumbo de su vida hacia Dios.

Quienes hemos dejado de pertenecer al mundo, somos señalados y criticados, no entienden las razones por las que dejamos “eso” que tanto valoran los demás, para ser sinceros, es que ahora ya no lo necesitamos. Lo que nos ofrece el mundo con una envoltura de “novedad” o “tendencia”, ya no es relevante para muchos de nosotros y no se trata de quedarnos estancados o estar atrás, más bien; hemos evaluado con sinceridad lo que se nos ofrece.

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Foto: EFE

Nuestros gustos han cambiado y las prioridades son otras, ya no nos dejamos impresionar por las cosas de los hombres y ahora buscamos la novedad en Cristo, sus enseñanzas y los tesoros que están en el cielo. Nada sencillo de comprender para aquellos que siguen una vida terrenal, y por favor, no se malinterprete mi comentario, no es que seamos diferentes a nadie; porque entonces nos pondríamos en el mismo lugar que los fariseos a quienes Jesucristo señaló varias veces, no por favor.

Lo que expreso es que ahora nuestros ojos están en el amor, la ayuda y compasión para nuestro prójimo, vemos cosas que a veces no se pueden ver con la verdadera intención de un corazón dispuesto, cambiamos no para ser diferentes a nadie, más bien, como el resultado de una búsqueda que nos trae la verdadera paz, calma y serenidad. Algo que no se logra de manera sencilla y, sin embargo, este reto ya está descrito en el siguiente texto bíblico:

“Y se resistían a creer en él. Pero Jesús les dijo: —En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra y en su propia casa”. Mateo 13, 57

Que los nuestros nos acepten con este cambio no será tarea fácil, pero tampoco desmotivante para los creyentes, será cuestión de tiempo y que nuestro ejemplo sea el que hable. Nada más coherente para demostrar que realmente hemos cambiado.

“De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas“. 2 Corintios 5,17.