Reconozcamos que el lanzamiento de un nuevo grupo de normas anti abusos autorizadas por el papa y lanzadas el jueves por el Vaticano son, según el estándar vaticano, un temazo. Como decía un periodista vaticano, las normas representan “un incisivo paso adelante en la prevención y la lucha contra los abusos”. Por primera vez, cada diócesis debe tener un sistema público y accesible para reportar abusos y encubrimientos, que además debe estar activo para junio de 2019. Clérigos y religiosos deben reportar abusos o encubrimientos y serán protegidos desde el primer momento.
Los obispos (o el designado por el Vaticano) deben llevar a cabo una investigación preliminar inmediatamente y los departamentos vaticanos a los que se entregarán los resultados deben actuar con agilidad. Expertos laicos deberán participar en estas investigaciones. Si bien las normas no hablan de reportar dichos informes a las autoridades civiles, están diseñadas para no obstaculizar la obligación de hacerlo.
A los entendidos les chocará que cualquiera que sea el departamento vaticano que termine gestionando estos casos, deberá informar tanto a la Secretaría de Estado como a otros departamentos relacionados con el tema. En un mundo cuasi-feudal e hipercompartimentalizado como el Vaticano, este tipo de coordinación interdepartamental es, en sí mismo, una revolución.
Cumplir una promesa
Por parte de Francisco, estas normas representan el cumplimiento de su promesa de ofrecer medidas concretas en la cumbre anti-abuso el pasado febrero. Su impacto se notará sobre todo fuera de occidente, puesto que países como los EEUU, Canadá y algunos en Europa (en Italia, irónicamente, no es el caso), ya tienen sistemas de denuncia muy robustos.
Seguramente habrá muchas dudas sobre cómo aplicar estas normas. Los procedimientos se hacen menos claros a nivel local, la protección para los denunciantes no está muy definida y en general, el documento parece reforzar el predominio final de la Secretaría de Estado a la que se veía como parte del problema que se supone que estas normas quieren eliminar.
También hay razones para preguntarse si es realista la exigencia de una respuesta en 30 días por parte de los departamentos vaticanos, dado que hay decenas de casos acumulados en la Congregación para la Doctrina de la Fe, por ejemplo. Aun así, es difícil contemplar ‘Vos estis lux mundi’, el título formal del documento, y no tener la impresión de que Francisco es muy serio a la hora de hacer limpieza.
Impacto contra el crimen y su encubrimiento
Por otra parte, la experiencia sugiere un nivel de prudencia en lo que a avances y momentos cruciales anunciados a bombo y platillo se refiere, porque a veces, incluso con la mejor de las intenciones, resultan estar por debajo de las expectativas. Probablemente, la prueba decisiva de ‘Vos estis lux mundi’ será su impacto sobre la responsabilidad, no solo del crimen en sí, sino por el encubrimiento de dicho crimen.
La cuestión de qué pasa con un obispo que ignoran el abuso, mira hacia otro lado o intentan encubrirlo, ha sido desde hace tiempo un tema sin terminar en los esfuerzos reformadores del papa. Mientras docenas de abusadores han sido expulsados del sacerdocio en los últimos años, hasta ahora, ningún obispo ha sido públicamente sancionado por el encubrimiento, y ese agujero en la responsabilidad es en gran parte lo que tiene a los supervivientes y católicos de a pie echando humo.
Bajo las nuevas normas, el encubrimiento es objeto de notificación obligatoria e investigación preliminar para asegurar si la alegación es creíble. La cuestión es qué pasa si la respuesta es “sí”, y es ahí donde las cosas se ponen más turbias.
Un cambio respecto a ‘Come una madre amorevole’
Es importante señalar que ‘Vos estis lux mundi’ proporciona normas de procedimiento más que crear nuevos delitos y castigos. Esto significa que una vez sus procesos se han acabado, la ley existente debe hacer aparición para terminar el trabajo. En este momento, la política más específica de la Iglesia para tratar el encubrimiento es ‘Come una madre amorevole“ (Como una madre amorosa), motu proprio de Francisco de 2016 sobre qué hacer en estos casos.
Inicialmente, el plan era crear un nuevo departamento judicial dentro de la Congregación para la Doctrina de la Fe para manejar estas alegaciones por encubrimiento, pero este plan se quedó atascado. Realmente siempre fue una calle sin salida, ya que la novedad de ‘Come una madre amorevole’ fue tratar casos de malversación no criminalmente, – necesitando la presunción de inocencia, el sello pontificio, apelaciones, etc., que pueden durar eternamente- sino administrativamente, permitiendo una respuesta más suave y concreta.
Se decidió entonces que la autoridad para juzgar tales casos se distribuiría entre diversos departamentos vaticanos que supervisan a los obispos. Hasta hoy, no se sabe cuántas alegaciones se han recibido o qué se ha hecho de ellas, como tampoco sanciones públicas como resultado de las mismas. Cuando el arzobispo de Malta, Scicluna, fue preguntado cuántos obispos habían sido investigados bajo los términos de ‘Come una madre amorevole’, su respuesta fue que no lo sabía.
Un sistema operativo dañado
La cuestión no es si hay o no un tribunal. Es si los departamentos vaticanos encargados de implementar la política están haciéndolo (si es un tema de formación, personal, recursos, lo cual se puede solucionar fácilmente, o si algo más serio se interpone en el camino).
En este sentido, el peligro de ‘Vos estis lux mundi’ puede parecerse a una nueva aplicación deslumbrante diseñada para funcionar en un sistema operativo que está dañado. Por muy elegante que sea la aplicación, si el sistema operativo subyacente no puede gestionar el programa, inevitablemente habrá parones, fallos y acidez de estómago.
El desafío, ahora que ‘Vos estis lux mundi’ está negro sobre blanco será hacer la necesaria depuración y limpieza del resto del sistema para asegurar que la nueva y prometedora aplicación del papa no se bloquea cada vez que alguien quiera utilizarla.