El papa Francisco abrió la Puerta Santa del Jubileo ordinario 2025 en la Basílica de San Pedro, al inicio de la Misa de la Natividad del Señor. Un Jubileo siempre es un momento importante y de gracia en la vida de la Iglesia, por eso no es posible pasar desapercibido algunos detalles de los brevísimos instantes que quedarán en la historia, registrados por los medios vaticanos.
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Y si, destacar el gesto del papa Francisco en abrir la Puerta Santa desde la silla de ruedas, no como signo de una simple debilidad humana, al no poder hacerlo de pie, sino desde su misma realidad concreta.
Todos en el mundo adolecen de algo, todos de alguna forma son handicap en un sentido, físico o moral, insuficientes para amar, o para entender esa incapacidad que hay que sobrellevar todos los días. Una lección de pensamiento y capacidad incompleta de la que nadie escapa.
El gesto puede parecer irrelevante pero en una interpretación subjetiva del momento hace ver que la fe siempre requiere la firmeza y fortaleza del cimiento, la caridad y la misericordia activa en la vida a través de las obras, pero la esperanza siempre es en forma discreta, en la disposición de encontrarse ante la inmensidad del misterio, sin grandes signos evidentes, sino en la sencillez que solo puede habitar en un corazón humilde. Señal discreta de esperanza.
Por tanto es muy elocuente el inicio del Jubileo de la Esperanza con un Papa en una gestatoria que empujamos todos, que llevamos todos, en una silla particularmente común y corriente.
Solemne pero sencilla apertura
Aunque fue un rito solemne no fue sobre representado en un derroche de excentricidades, sino en la simpleza de una puerta abierta dispuesta para ser atravesada, a imagen de Cristo.
Otro signo que valdría la pena destacar es el peregrinaje del pueblo de Dios. El papa fue seguido por la procesión de entrada, que fue iniciada con la presencia laical de familias vestidas con los trajes culturales de la tierra de origen, una imagen de la universalidad en la extensión del anuncio gozoso del Dios que se hace niño.
No fue un desfile de personalidades, ni de una corte monárquica, sino de una Iglesia que camina junto a Pedro, que sigue al Pedro débil, que sostiene al Pedro débil con sus oraciones; ovejas detrás del pastor, que conocen su voz, pero también el pastor entre sus fieles, con olor a oveja.
Profecía de esperanza
Seguramente, el papa Francisco no sabía que con su discurso del año 2013 — en su elección — que estaría presidiendo el Jubileo, siempre consideró que su servicio sería breve, pero igual como a San Pedro, en la vejez es conducido a donde no quiere (Cfr. Jn 21,18) y sus palabras proféticas en la loggia de las bendiciones siguen siendo el mejor programa pastoral: “Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros”.
Si, amor, fraternidad, confianza, esperanza, el testimonio que el mundo espera de la Iglesia – comunidad – pueblo de Dios, y que peregrina en este momento de la historia.
Por Rixio Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey