Los periodistas que acompañaban al papa Francisco en su vuelo de regreso de Armenia en junio del año pasado lo vieron y oyeron feliz cuando les anunció: “Estoy feliz con la noticia que me llegó ayer sobre la firma de la paz en Colombia. Fue una bella noticia”.
Y fue un logro en el que tuvieron parte tanto el papa Francisco como sus predecesores. Un dato poco conocido fue el de la coincidencia en la misma hospedería en Roma, de la Comunidad de San Egidio, de dos delegaciones: la del Gobierno nacional y la de las FARC, durante el proceso de paz del Caguán.
La de Sant’Egidio es una comunidad especializada en mediaciones y facilitación de acuerdos de paz en el mundo, y ha sido el instrumento del Papa para darle apoyo al proceso de paz en Colombia. A manos de esta comunidad llegó en 2015 una primera carta de las FARC en la que pedían la mediación del Papa y reconocían “la alta autoridad moral y política de Francisco”.
Esta carta la recibió el Papa durante una visita que le hizo a la comunidad en su sede. Hubo una segunda carta de la guerrilla que llegó, por el mismo medio, a manos del Papa durante su visita a Cuba en mayo de 2015 en la que las FARC pedían un encuentro personal con él. En esa oportunidad manifestaron su deseo de que el Papa estuviera presente el día de la firma del acuerdo de paz.
Gianni La Bella, representante de esta comunidad mediadora, comentó: “En las FARC se ve al Papa como alguien que se implica en batallas que ellos consideran parte de su vida, como el medio ambiente”.
Por su parte, el jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto De La Calle reconoció que “el Papa jugó un papel muy significativo y lo será en el futuro”.
Cuando el Papa rezó el ángelus en La Habana en septiembre de 2015 fue vehemente: “No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más”. Se refería a las dificultades que en ese momento vivía el proceso. Entonces agregó: “Que la sangre vertida por miles de inocentes [irva para la reconciliación”.
En esa ocasión, Pastor Alape, del equipo negociador de las FARC, declaró desde La Habana: “El llamado de Francisco fortalece la decisión de las FARC de alcanzar la paz”.
Blindar el proceso
Tenía razón el presidente Santos cuando, al dar posesión al embajador ante la Santa Sede, Guillermo León Escobar, le encomendó como primera y especial misión diplomática que hiciera lo que fuera necesario para traer el Papa a Colombia.
La encomienda se cumplió y en vísperas de la visita papal, el embajador Escobar le confió a Vida Nueva: “El Papa me dijo, y lo ha repetido en varias oportunidades: ‘Voy a blindar espiritualmente el proceso que ustedes han cumplido en Colombia’. Lógico que la gente se pregunta qué piensa el Papa con esa expresión: blindaje espiritual. Es recuperarle al país la capacidad de pensar en la dignidad y derechos de las personas y de generar factores de convivencia”.
El presidente Santos debe de tener coleccionadas las expresiones de Francisco sobre la paz colombiana, desde aquella inolvidable “Usted es la persona por la que más he rezado, mucho, mucho por el proceso de paz”, que le dijo el 15 de junio cuando se reunieron, ante el Papa, el presidente Santos y el expresidente Uribe. Testigo de ese encuentro, el embajador Escobar recuerda: “Allí aparecieron varias cosas: (1) un Papa que oye a los dos líderes: al uno, por ser presidente; al otro, por condescendencia protocolaria. Pero lo oye, atento. (2) Hay un Papa que pregunta. Normalmente el Papa oye; pero acá pregunta. (3) El Papa admira al hombre que comparte un momento de gloria ([Santos] acababa de recibir el Nobel de Paz) con quien no estaba vinculado a esa gloria. Eso marcó huella, tanto que el Papa determinó venir a Colombia”.
Con autorización papal, al día siguiente, el presidente Santos recibió en Asís la Lámpara de la Paz y fue nombrado embajador mundial de la paz.
A nadie sorprendieron, por tanto, las expresiones del Papa en el mensaje del 3 de febrero de este año a los premios Nobel de Paz reunidos en Bogotá para su XVI cumbre: “Que los esfuerzos de Colombia para construir puentes de paz puedan inspirar a todas las comunidades para estar por encima de animosidades y divisiones”. Son las que ha tenido que afrontar el proceso en Colombia y que lo han convertido en un esfuerzo sin fin.
Una dimensión distinta
Conscientes de esa realidad los organizadores de la visita papal la han estructurado como campaña a largo plazo. En diciembre próximo en Roma, y por iniciativa papal, se celebrará un encuentro de evaluación, antes de la visita de Francisco a Perú y Chile. Los peruanos y chilenos no están libres de conflictos que deben enfrentar y superar: el problema mapuche en Chile, el de las minorías indígenas en Perú o el de las clases pobres, el de la migración, podrán ser conflictos que, vistos a la luz de la experiencia colombiana, tendrán una dimensión distinta, que es la que quiere darles el Papa.
Este de Roma será un “encuentro marginal al Papa”, precisó el embajador Escobar. Será una reflexión entre personas que han tenido que ver con su viaje a Colombia.
El anuncio de la beatificación de monseñor Jesús Emilio Jaramillo, obispo de Arauca, y del párroco de Armero, Pedro María Ramírez, hace parte del anunciado blindaje papal a la paz.
El obispo Jaramillo, torturado y asesinado por órdenes de un frente del ELN, es una víctima de una guerra que nunca debió suceder. De Hecho, Manuel Pérez, el sacerdote jefe de esa guerrilla debió declarar: “Somos claros en que en ningún momento compartimos ni estuvimos de acuerdo en que se hiciera esa ejecución y criticamos a nuestros compañeros”. El Papa pondrá en evidencia el martirio de este obispo porque en él se hacen patentes la injusticia y crueldad absurda de esta y de todas las guerras.
Un mensaje parecido es el que transmitirá la beatificación del párroco de Armero, linchado por una muchedumbre enardecida al día siguiente del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá. Fue otra víctima de la furia partidista entre conservadores y liberales. Esa y cualquiera de las guerras, al exaltar y darle predominio al odio contra alguien, se convierte en odio contra una fe que tiene como objetivo el amor al otro, quienquiera que él sea. Estas beatificaciones en Villavicencio advierten con serena severidad que ninguna causa, ni la revolucionaria de las guerrillas ni la partidista, explica ni justifica ni el odio ni la destrucción del otro.
Para el Papa es clara la posibilidad que Colombia tiene por delante: “De un día sin ocaso, de concordia, justicia, fraternidad y amor”.