Comienzo con este una serie de artículos sobre la paz y cómo los cristianos estamos llamados a ser constructores de paz en nuestra sociedad. Ser constructores de paz es una de las principales labores de los cristianos, a mi modo de ver. Nosotros deberíamos ser especialistas en traer la paz a los demás, en construir una sociedad de paz, en expandirla a nuestro alrededor. Por eso dedico esta serie a ver los orígenes de esta idea y como podemos llevarla adelante.
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Los orígenes de esta idea se enraízan en las sagradas escrituras. Ya en el libro de Jueces Gedeón habla de Yahvé-Paz, es decir, identifica su Dios con la paz porque este le ha saludado diciendo “La paz sea contigo. No temas, no morirás” (Jueces 6, 23-24). Esta idea de un Dios que trae la paz para todo aquel que se alía con él es una cuestión clave en la fe judía. Malaquías habla de que su alianza con Dios “era de vida y paz”(Malaquías 2,5) Una alianza de vida, pero viendo como esta equivale a la paz.
La bendición tradicional que comunica Dios a Moisés incluye el deseo de paz “Que el señor te bendiga y te guarde; que ilumine Yahvé su rotro sobre ti y te sea propicio; que Yahvé te muestre su rostro y te conceda la paz” (Números 6, 22-26). La paz es parte de la bendición divina. Es una cuestión de Dios, es algo bueno para quien lo recibe. Por eso Isaías habla de Dios como “Príncipe de la paz” (Isaías 9, 5). Toda la idea de Dios y de su alianza con el pueblo gira alrededor de esta idea: lograr la paz, conseguir que esta reine en las personas y en sus sociedades.
Los evangelios se mantienen en esta tradición. Por eso en Juan 14, 27, Jesús dice “os dejo la paz, mi paz os doy”. Jesús nos trae la paz, nos la da y nos la desea. Cuando se aparece a sus discípulos después de haber resucitado siempre los saluda diciendo “la paz esté con vosotros” y acto seguido les dice “Como el padre me envió también yo os envío” (Juan 20, 19-20) Jesús está siempre relacionado con la paz, es el que da paz, es el que la concede, es el que la desea, es el que nos la ofrece y el que quiere que nosotros también la llevemos allá donde vayamos.
Testigos de paz
Su envío tiene una relación directa con la construcción de la paz. Por ello habla de que son bienaventurados quienes trabajan por la paz, y dice que ellos son los llamados hijos de Dios (Mateo 5, 9). Porque estamos llamados a ser nosotros también testigos de paz, quienes demos a los demás la buena noticia de la paz, quienes la construyamos en nuestras comunidades, en nuestras familias, en nuestros lugares de trabajo, en nuestras sociedades.
Anunciar la paz es anunciar el evangelio. Las dos cosas están en la misma línea. El Compendio de la DSI (493) lo indica con toda claridad “La acción por la paz nunca está separada del anuncio del evangelio”. San Pablo les dijo lo mismo a los Efesios, cuando les indicaba que tuviesen sus pies calzados “con el celo por anunciar el evangelio de la paz” (Efesios 6, 15).