La plena participación equitativa de la mujer en todos los órdenes de la vida es un salto antropológico que le permite al ser humano pensar de un modo más veraz y profundo. No es una evolución gradual, sino un salto cualitativo que ha transformado hondamente la mentalidad de las nuevas generaciones. La humanidad necesita que la Iglesia no se comporte adaptativamente, sino que impulse este redescubrimiento de lo humano desde la vanguardia. Algunas religiones están avanzando al respecto, lenta pero irreversiblemente.
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Este verano hubo un cambio histórico en el budismo tibetano: se ha asumido la ordenación completa de las mujeres. El Dalai Lama se ha pronunciado a favor de la plena ordenación femenina. Hasta este momento, las mujeres solo podían acceder a las órdenes correspondientes a novicias, pero estaba prohibido el paso al monaquismo pleno.
Eso significaba que ninguna mujer podía ejercer responsabilidades plenas en ningún monasterio. Ahora, el budismo da máximas órdenes a las mujeres. Ha comprendido la naturaleza del cambio de época que ha supuesto la libertad y plena participación femenina. Ha sido posible por el intenso trabajo de grupos de mujeres en Bután y otros lugares del mundo, que han profundizado la mirada del budismo global.
Don y derechos de la mujer
Así, el 23 de junio de 2022 se celebró una ceremonia religiosa que otorgó los votos mayores a 144 mujeres. Se han integrado en la primera orden femenina en la historia moderna del budismo tibetano, aunque falta que sea extendido a las otras tradiciones.
Históricamente, Buda promovió la plena ordenación femenina y prosperó una orden de mujeres en la India, pero el patriarcalismo cegó esa posibilidad durante más de dos milenios, hasta que en este siglo XXI se ha reconocido el don y los derechos de la mujer en el monaquismo.