Visitó mi ciudad monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Aunque yo tenía excelentes referencias de él -fue capellán de la comunidad romana San Egidio, que combate el aislamiento de los condenados a muerte, y fue postulador de la causa de beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero-, la Pontificia Academia para la Vida siempre me había parecido muy conservadora.
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Sustento de quienes defienden a muerte el derecho a la vida de los no nacidos, pero que no se preocupan por quienes viven muertos -migrantes, indígenas, campesinos, minorías sexuales, etc.- me parecía que la Pontificia Academia para la Vida era un nicho de defensores a ultranza del magisterio, sin el menor ánimo de buscar un diálogo con quienes presentan algún disenso.
Pero, al escuchar a monseñor Paglia me llevé una grata sorpresa. Tres fueron los puntos claves de su charla con familias y algunos -muy pocos, por desgracia- sacerdotes.
En primer lugar, precisó que nuestra sociedad vive una idolatría del yo, desde la óptica religiosa, y una dictadura de ese yo, en el ámbito social. Yo reflexionaba cómo este diagnóstico se inscribe a la perfección en el antropocentrismo propio de la actual época, que tanto daño ha hecho a los horizontes comunitarios y caritativos: nos hemos concentrado en la defensa de nuestros derechos, sin atender con la misma intensidad a nuestros deberes.
Un segundo énfasis fue el de la atención a los pobres, que reflejan la gran sensibilidad social del obispo emérito de Terni-Nami-Amelia en Italia. Manifestó preocupación por aquellos jóvenes que frecuentan nuestros templos, que buscan mantener una sólida espiritualidad, pero que no quieren involucrarse en las problemáticas de sus comunidades, y no atienden a los pobres que tienen a la mano. Particular preocupación manifestó por los migrantes.
Por último, y ante pregunta expresa sobre la atención que nuestra iglesia debe dar a personas homosexuales y a divorciados vueltos a casar, refirió una conversación que tuvo hace tiempo con un cardenal -omitió su nombre por prudencia-, quien dijo esta frase: “Dios es más misericordioso que justo“. Aunque tal expresión no sea políticamente correcta, refleja la intuición fundamental con la que Francisco de Roma inició su ministerio, e insistió en que Dios es misericordia.
Buen sabor de boca, entonces, nos dejó el italiano. Ojalá continúe por ese camino la Pontificia Academia para la Vida.
Pro-vocación
Fans del Papa se preguntan por qué no lo quieren en la Curia Vaticana. Va un ejemplo. Resulta que en una reciente carta dirigida al colegio cardenalicio, el papa Francisco les pide en pocas palabras que se aprieten el cinturón, en el marco de la reforma de la Curia Romana. Algunos medios refieren que los purpurados vaticanos ganan alrededor de 5,000 euros al mes. Se me hace mucho. De cualquier manera, pedirles austeridad no les resulta simpático. ¿Así cómo van a querer al argentino?