“Nadie puede pelear la vida aisladamente. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante”. (Fratelli tutti, 8). Todo tiene que estar listo para la nueva etapa. La cadencia de los días provoca una mirada distinta, un profundo cambio, ante los tiempos nuevos. La renovación, del mismo modo que la conversión, no es tarea fácil, pues nos anclamos en antiguos esquemas que nos han conformado la vida, incluso la propia espiritualidad.
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A veces, seguimos lamentándonos, volviendo la mirada atrás y no proyectándonos hacia el horizonte, hacia el camino que debemos recorrer. El tortícolis de la nostalgia nos impide caminar con gozo, viviendo como en un mareante vértigo, que lastra los pasos, pensando que solo hay un precipicio delante de nosotros. Es el vacío del miedo y la desesperanza. Para los discípulos de Cristo siempre es adviento. Y la esperanza siempre es activa o, si no, es mera pasividad.
Hemos comenzado un nuevo año pastoral, como lo venimos haciendo durante estos cuatro años, el primer domingo de adviento. Este tiempo de caminos de encuentro, es icónico, ante las tareas que se nos presentan en el horizonte de este año. Ahora más que nunca necesitamos de encuentros, aunque solo se nos vea el brillo de los ojos y la voz tomada por el uso de la mascarilla. Pero ahí estamos, sin frenos ni cadenas, que nos impidan avanzar, provocados por la simplicidad del Espíritu, que hace todas las cosas nuevas.
Ser testigos
Ahora, que continuamos caminando, en un proyecto siempre comunitario, que ha pasado por las fases de la escucha y de los encuentros en los caminos, nos proponemos este año ser testigos, como aquellos apóstoles y aquellas mujeres, que en el amanecer de nuestra historia salieron por todos los caminos anunciando lo que habían visto, oído y palpado, ese gran anuncio de vida: Cristo ha resucitado y nosotros resucitaremos con él. No puede haber otra propuesta más esperanzadora y que nos cambie tan radicalmente la vida.
En la nueva reestructuración de la diócesis hemos trabajado por ser más eficientes, eliminando parapetos y demasiadas comisiones estancas, adelgazando los grupos y sobre todo las reuniones. Es necesaria la simplicidad, también en los objetivos, para centrarnos en lo verdaderamente necesario, en lo que, desde la mirada de fe, realmente nos urge en estos momentos de la historia que nos ha tocado vivir. La simplicidad en el organigrama, en la institución y en los proyectos de vida, nos ayudarán a ir a lo esencial. ¡Ánimo y adelante!