Desde que se conoció el nombramiento de Jorge Bergoglio como el papa Francisco, también llovieron reportes sobre su endeble salud física. Además de un serio problema pulmonar en su juventud y de su propensión a aumentar de peso -tiene hígado graso-, ya al frente de la Iglesia Católica ha tenido que enfrentar una intervención quirúrgica por diverticulitis y, en estas últimas semanas, intensos dolores de rodilla que le impiden mantenerse en pie y caminar (es curioso, pero se le ve digno en su silla de ruedas).
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Si le agregamos a este diagnóstico su avanzada edad -85 años-, el terrible “fuego amigo” que lo rodea en la Curia Vaticana, su principal enemiga, y las presiones propias de una responsabilidad como la suya, quizá la más extenuante, no es aventurado suponer que estamos ante el natural declive de, sin duda, el líder mundial más impactante de este siglo.
Y es que, no se nos olvide, Francisco de Roma es humano, y morirá tarde o temprano. Mientras llega ese día -que ojalá tarde en arribar-, me surgen tres preguntas.
¿Renunciará? El precedente no puede soslayarse. El 11 de febrero del 2013, a los 86 años, Josep Ratzinger anunció su dimisión porque sus fuerzas, debido a su avanzada edad, no se adecuaban a las exigencias de los tiempos. Benedicto XVI, entonces, abdicó a los 86 años, con una salud relativamente buena, pero sintiéndose incapaz ya de enfrentar los ingentes problemas de la Iglesia Católica. Francisco, ahora que se acerca a cumplir la misma edad: ¿actuará de manera semejante? Conocedores del argentino dicen que jamás imita a sus pares. Veremos.
Vinculada a la interrogante anterior, surge otra. Independientemente de su dimisión o no: ¿cómo se manejarán sus últimos días? De no renunciar, y mantenerse en su oficio como lo hizo Juan Pablo II, sería lamentable que se le expusiera ya casi agonizante, forzándolo a dar un mensaje -como en el caso del Papa polaco- que le fuera imposible pronunciar. Benedicto XVI, en cambio, ha preferido el ostracismo del retiro, y sólo de manera ocasional algunas imágenes lo muestran cada vez más anciano.
La tercera cuestión es obvia. Con su jubilación o sin ella: ¿Quién lo sucederá? De los 118 actuales Cardenales electores, 68 han sido creados por Francisco de Roma, apenas poco más de la mitad. Si pronto tendremos un cónclave para elegir el remplazo, no hay garantía de una continuidad en las propuestas de Bergoglio para renovar a nuestra Iglesia. No faltan prelados que añoran los tiempos pasados, y estarían felices con un Juan Pablo III o un Benedicto XVII. En fin.
Será inevitable, en las próximas semanas, poner mucha atención a la rodilla del Papa, y a la evolución de sus enfermedades.
Pro-vocación
El filósofo y teólogo coreano-alemán, Byung-Chul Han, escribe: “En el futuro habrá, posiblemente, una profesión que se llamará oyente. A cambio de pago, el oyente escuchará a otro atendiendo a lo que dice… Hoy perdemos cada vez más la capacidad de escuchar“. El evangelio de hoy domingo; sin embargo, afirma que “las ovejas escuchan su voz” (del Buen Pastor). ¿En verdad lo escuchamos, en su Palabra, en los acontecimientos, en lo que nos dicen personas de buena voluntad?