“La felicidad es mirar a Dios. La tristeza es mirarse a uno mismo”. Esta frase es de un chaval de 15 años, que murió el 12 de octubre de 2006, después de estar ingresado tres días en el hospital, donde se le descubrió una agresiva leucemia. El pasado 10 de octubre, Asís se vistió de fiesta, pues se celebraba la beatificación de este joven en chándal y deportivas: Carlo Acutis.
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Pon su nombre en internet y te encontrarás con varios centenares de blogs, sitios, pequeños documentales… todo un despliegue para un muchacho que, en sus pocos años de existencia, se interesó por la informática y las tecnologías de comunicación. Incluso se está pensando que pueda ser el patrón de los internautas.
Nacido en una familia no practicante, aunque tradicional, según dicen, desde pequeño sintió una inclinación a la oración y la piedad, de tal manera, que su madre se tuvo que inscribir a un curso de teología para poder responder a sus preguntas. Interesante respuesta de la madre, más cuando parece que la formación teológica es la hija pobre de la espiritualidad.
Fraguar el interior
Si repasas las fotos que de él están colgadas en internet descubres a un chaval que hacía deporte con sus amigos y compañeros, que iba en bicicleta, que le gustaba el teatro y hacer el payaso, que hizo turismo con sus padres, que ponía posturas y caras cuando le apuntaba una cámara. Un joven con la mirada clara y la sonrisa en el rostro.
Exteriormente, muchos de su edad, pueden aparecer así en sus fotos. No hay diferencias. Pero ¿cómo se va fraguando el interior de las personas? Muchos, también, están metidos a tope en internet, pero ¿dónde anida la capacidad de discernimiento y la jerarquización en nuestras decisiones? Algunos, han tenido sentimientos de piedad hacia los demás y una sintonía especial con Cristo, siendo niños o preadolescentes, pero ¿qué actitudes o relaciones nos han hecho tomar otros caminos, en lugar de profundizar en ellos?
Carlo, según su madre, tenía a Jesús en el centro de su vida y todo giraba en torno a Él, por eso los que le rodeaban se interpelaban tanto. Esto se llama centralidad. El día que celebraron sus exequias había gente que su familia y amigos no conocían: inmigrantes, mendigos, ancianos, niños… personas que se hacía de lenguas de todo lo que Carlo había hecho por ellos. ¡Y tenía tan solo quince años!
Carlo manifestó un gran amor a la Eucaristía y a Santa María, y lo hizo efectivo con los más pobres, en los que gastaba sus propinas y su tiempo. Sólo el que es capaz de arrodillarse ante Cristo Eucaristía y mirar a la cara de su Madre, es el que es fiel en el servicio de los pobres del mundo. ¡Feliz día de todos los Santos! ¡Animo y adelante!